Por Mónica Cué
Desde mi perspectiva, ser buena persona es más profundo que simplemente no hacer el mal. De entrada, el hecho de ser una buena persona con los demás, no te garantiza que ellos lo vayan a ser igual contigo; no podemos esperar lo que los demás no pueden ofrecer, no están dispuestos a ofrecer o simplemente no se han enterado que lo pueden ofrecer porque están faltos de herramientas y conocimiento personal.
Ser buena persona, es intentar hacer mejor la vida de los demás, pero sobre todo la tuya. Es más empezando por la tuya y justo ahí quiero llegar con el decir del título: “con bandera de buena persona”, porque no puedes ponerte una venda en los ojos, aparentar ser o mostrarte con el disfraz de ser buena persona si no lo eres contigo mismo. Tenemos que empezar por cambiar la fachada.
Pretendes regresar favores, hacerte presente con los demás, aportar, apoyar, ayudar y conectar personas para impulsarlas, pero tú te hundes cada vez más y ni siquiera te volteas a ver. Entendamos que ser buena persona empieza con amor, pero seamos claros que el primer amor que hay que fomentar es el propio.
Vives con escudo de nobleza, presumes tener una humanidad ejemplar, deseas el bien, mandas buenas vibras, rezas y reconoces la bondad o cualidades en los demás, pero estás completamente vacío hacia adentro porque no te nutres a tí mismo, ni siquiera te detienes para detectar tus necesidades. Resulta poco saludable no poner límites, ceder por encima de tí mismo, decir que sí a todo y a todos por evitar conflictos, desvivirse por los demás antes que por tí, o dejar de expresarte y decidir con tal estar bien con los demás, por no molestar, por evitar confrontar o por querer evadir una realidad que no quieres abordar. Y no es soberbia o egocentrismo, es que no podemos dar lo que no nos damos.
Está muy bien querer lo mejor para los demás, pero entonces hay que actuar en consecuencia con uno mismo, está increíble querer apoyar a otros, pero sé amable contigo primero. Deja de anteponer siempre a los demás abandonándote a tí como prioridad porque por ahí está la equivocación principal. Es absolutamente contradictorio mostrarte hacia el exterior como buena persona si no lo eres contigo y no ves por tí. Una buena persona no es la que lo aparenta, una buena persona es la que lo vive en carne propia y así se muestra, pero no hay que forzarlo.
La realidad es que transitar con esa máscara de bondad, sin abordar lo propio es una forma de voltear para otro lado, limpiar culpas y evitar mirar para adentro. Ser buena persona, sin duda tiene grandes beneficios en la vida personal y como comunidad, tiene una recompensa y además, genera orgullo y alegría, pero no puedes genuinamente pretender que todo le salga bien a los demás y querer apoyar para alinearlo, si lo tuyo está todo chueco; no tienen validez las palabras de aliento a los demás si no te alientas a tí primero para estar bien y tomar mejores decisiones. No puedes desdibujarte por nadie, no puedes desear el bien si no te haces bien a tí, no cuenta pasar por la vida con bandera de sociable y pacífico, humilde, solidario y bueno si te cierras a tí mismo la oportunidad de estar en equilibrio.
Tiene que resultar agotador intentar huir de lo propio cuando tanta bondad aparente te persigue, que desgaste estar constantemente en sacrificio por los demás y negarte a tí la posibilidad de verte y apoyarte. Decidir y analizar tu realidad por encimita, evadiendo o mirando a los otros refleja deshumanización y esa no es precisamente una gran virtud. Mientras tratas de ser una fantástica persona para que los demás brillen, te estás apagando.
Creo fielmente que tenemos que aprovechar los recursos “de buena persona” con los que contamos y probar todas las herramientas primero nosotros para después ofrecerlas. Hay dolores, errores y realidades que se niegan, que no se quieren ver y de lo que no se habla; ofrecemos a los demás lo que no tenemos, pero finalmente los vacíos nos alcanzan, nos afectan y se actúan. Hagamos turismo a nuestra propia vida y empecemos a ofrecer desde lo resuelto, seamos genuinamente generosos con lo que tenemos, pero justo eso, con lo que tenemos y no por lo que evadimos.
La realidad muchas veces duele, es difícil de ver o no se tiene la voluntad de hacerlo, por supuesto que es crudo enfrentarla y darte cuenta que tienes que empezar a decidir y resolver por y para tí, pero es más fácil mirar afuera que dentro, evadir que enfrentar, es más sencillo apreciar el pasto verde del vecino que regar el tuyo, es complicado enfrentar el hecho de que tienes que tomar decisiones inteligentes que verdaderamente te impulsen a tí, que tienes que salir de lo conocido para plantarte en un mejor lugar. Nadie dijo que el proceso sería fácil, claro que la incertidumbre y la incomodidad se harán presentes en cualquier proceso personal, pero objetivamente hay que actuar sin evadir, hay que ponerse bajo la luz y no en la sombra, hay que impulsarse y no cavar, hay que simplemente verse profundamente en lugar de mirar alrededor.
Las cosas no se ponen mejor en tu vida por ser una buena persona con los demás, las cosas se empiezan a colorear en tu mundo cuando actúas en consecuencia, cuando te pones a ello, cuando te tienes como prioridad y una vez que tú te encuentres bien y en tu máxima prioridad, entonces podrás empezar a impulsar otros siendo farola y no ceniza.
Mira por tí y deja de postergar. Decide congruentemente a pesar de lo que implique, atraviesa el miedo, enfrenta la incomodidad y desde la objetividad decide lo que más te convenga sin justificar lo absurdo, hazlo conscientemente para estar bien tú, para renacer en un mejor lugar, para sanar y resurgir con mejores circunstancias.
Deja las distracciones, saca la cabeza de la tierra y observa lo que tienes delante, no evadas la realidad porque volteando para otro lado no va a desaparecer. El camino de la vida para nadie es sencillo, no te hagas más bolas, busca apoyo y refugio si lo necesitas, pero no te refugies en la desgracia ni tratando de ver por los demás cuando con quien tienes que ser una buena persona es principalmente contigo. Ponte a ello, déjate de distractores y pretextos, deja de tratar de justificar, deja de anteponer a los demás, no los utilices como pretexto envuelto en la bandera de buena persona y busca estar bien y mejor tú mismo.
Respeta, pero respétate tú; apoya, pero ayúdate a tí mismo; sé sincero, pero primero sincérate contigo; valora, pero valórate; preocúpate por los demás, pero ocúpate de tí; sé honesto, pero íntegro contigo; busca nobleza, pero con bondad a tí; ofrece cariño, pero abrazate; sé leal, pero no te traiciones tú e impulsa cualidades, pero míralas en tí. Y así puedo seguir… porque ser una buena persona sin duda es una virtud que pocos tienen y casi nadie entiende. Lo que aquí pretendo transmitir es que ser una buena persona es más profundo que lo que se deja ver y lo tenemos más cerca de lo que pensamos, porque ser una buena persona empieza de fondo con nosotros mismos para poder tan siquiera intentar permear a nuestro entorno más cercano.
Dejemos de envolvernos en la bandera de buenas personas si estamos en realidad siendo incongruentes. El principio de ser una buena persona es aumentar tu amor propio y elevar tu autoestima, tengo claro que ser buena persona es sin duda una forma de vida que será recompensada y puede traer muchas satisfacciones personales y en comunidad, pero no perdamos la brújula y empecemos por serlo desde la integridad de nuestro ser. Busquemos humanidad siendo mejores humanos, persigamos la bondad, siendo conmiserativos, aportemos a nuestra sociedad convirtiéndonos en buenas personas cada uno desde lo individual y hagamos cadena. Una cadena de buenas personas realistas, objetivas y sanas mentalmente, resueltas emocionalmente, congruentes y genuinamente nobles de corazón. De ahí partimos.
Registro de Propiedad Intelectual ©Mónica Cué
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