Por Mónica Cué
Estamos aquí… Yo escribiendo y ustedes leyendo.
Quiero frenar en esto, porque si lo estamos haciendo es porque obviamente estamos con vida, porque tenemos capacidades e interés. Estamos aquí presentes y sólo eso sabemos, sólo de este momento tenemos garantía.
Todos podemos recordar la primera vez que hicimos muchas cosas, pero así como esa primera vez, existe una última. No quiero echar la sal, de ninguna manera lo deseo, pero a lo que voy es que tenemos muchos recuerdos de las primeras veces que hacemos algo y muy pocos de la última vez que hacemos muchas otras.
Recordamos nuestro primer día de escuela, pero en su momento vemos lejano el último y éste llega en un parpadeo envuelto de sueños por lo que sigue delante, recordamos a nuestro primer amigo, pero no valoramos su tiempo de permanencia en nuestra vida, probablemente no sabemos qué ha sido de la suya, ni cuándo fue la última vez que lo vimos; recordamos nuestro primer beso, pero no damos importancia al que pudiera ser el último. Dejamos de dar relevancia al presente por enfocarnos en lo que viene después sin ni siquiera detenernos a pensar que puede ser la última vez que vivamos ciertas cosas y que el futuro que tanto nos preocupa y ocupa no ha llegado, que es absolutamente incierto y nos roba la energía.
Quisiera empezar el recuento porque seguramente no recuerdan cuándo fue la última vez que hicieron muchas cosas… No tenemos memoria de qué día fue la última comida que tuvimos en casa de nuestros abuelos, recordamos que la abuela cocinaba delicioso, anécdotas y gustos en general, pero se pierde el momento de esa última vez que en que estuvimos reunidos con ellos en vida, hubo también una última Navidad en que se reunió toda la familia extendida, una última rosca de reyes sin que faltara alguien sonriendo alrededor de la mesa, una última salida en bicicleta por el camellón cuando éramos niños, una última travesura, un último día en que nos dieron domingo. Olvidamos la última vez que nos sentamos en las piernas de nuestros padres para pedir apapachos, dejamos atrás sin recordar el día en que nos cargaron por última vez cuando nos quedamos dormidos en el coche, no nos acordamos cuándo fué la última vez que entramos a la juguetería a elegir nuestro regalo de cumpleaños, tampoco cuándo fue el último día que vivimos sin preocuparnos de nada, la última piñata que rompimos o la última vez que jugamos a las muñecas. Echamos al olvido el último raspón que nos curó nuestra madre, el último permiso que pedimos, la última clase de la tarde a la que nos llevaron, la última lágrima que nos secaron nuestros padres y el último sana sana colita de rana que todo arreglaba; no recordamos el último beso que recibimos de quien ya no está con nosotros y no nos puede volver a dar, tuvimos un último viaje familiar sin que faltara nadie, hubo también un último día en que peleaste con tu hermano por las papitas de la despensa, un último día en que toda la familia nuclear se encuentra viviendo en casa antes de que el primero emprenda su camino. Cada uno sigue sus sueños, pero ¿Recuerdas de qué hablaste en la última conversación que tuviste con tu padre? Inevitablemente hay un día en que sin saberlo escuchas por última vez la voz de tus seres queridos y una última palabra que todos vamos a pronunciar. Y tú... ¿Recuerdas todas esas últimas veces?
Así, habiéndo intentado sin realmente lograr recordar la última vez que hice muchas cosas, creo que tenemos que vivir con más consciencia, más presentes con todo lo que esto implica y dejar de dar por hecho; pensemos en todas esas cosas de las que aunque no somos conscientes, de igual forma pasaron por última vez.
Lo que pretendo con este dejo de nostalgia no es que nos ocupe la tristeza, es que hagamos consciencia y apreciemos lo que tenemos hoy que también puede ser lo último ¿Te has puesto a pensar cómo vivirías tu último día?, ¿qué comerías?, ¿con quién te gustaría estar?, ¿pasarías enojado o preocupado por lo mismo que te abruma hoy?, ¿tendrías un día o una actitud distinta a la que tienes este día?
Que no nos pasen más cosas sin ser conscientes, en lugar de seguir dando vueltas a las últimas veces de tantas cosas que sólo con suerte algunas recordamos, sugiero quedarnos con las primeras oportunidades que tenemos enfrente hoy y así lo tenemos que ver y vivir antes de que llegue la última, antes de que nos invada el remordimiento, la tristeza o la nostalgia por tratar de regresar lo que claramente no va a volver a pasar fuera de nuestra mente.
Apreciemos lo que tenemos hoy en vida, abracemos a quienes tenemos hoy con vida, vivamos más conscientes y presentes. Atentos a la vida que pasa y así, en una última de las últimas veces, se nos va.
Registro de Propiedad Intelectual ©Mónica Cué
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