Por Mónica Cué
A tener cincuenta años yo le llamo estar en la edad de la prórroga y así lo explico:
El cincuenta representa un parteaguas, porque es justo ahí el punto de inflexión y reflexión entre lo que fue y lo que sigue. Es detenerse para leer el segundo capítulo de tu libro de vida más despacio, con más atención y con más ganas, es disfrutar la continuación del tiempo en presente, pero también es cuando te entran los pensamientos traicioneros del ¿Ahora qué? o el ¡Ya pa’que!
Estos pensamientos llegan porque creemos que se nos viene el mundo encima, porque estamos abrumados por los cambios físicos, emocionales, hormonales y personales. Nos decimos ya pa’qué cuando llegan los problemas, cuando nos dá para abajo la situación, cuando estamos por rendirnos y absurdamente nos quedamos estancados o volteamos hacia atrás en lugar de mirar para enfrente y por supuesto que también nos viene el ¡Ya pa’qué! Cuando vemos el tiempo pasar y encima percibimos que acelera el paso.
Son mil formas… - Ya pa’qué lo aprendo si es demasiado tarde, ya pa’qué me arreglo si no voy a salir, ya pa’qué le hago si de todas formas va a pasar, ya pa’qué si se me escapa de las manos y no puedo hacer mucho, ya pa’qué me apuro si igual se me hizo tarde, ya pa’qué me muevo si la ola ya me revolcó. Pero el ya pa’qué no vale porque lo que tenemos que entender es que la vida por sí misma es impredecible. Insisto, estamos en la prórroga, estamos parados en la línea de oportunidad para replantearnos lo que sigue, el cómo queremos que siga y es entonces que el ya pa’qué nos gira la perspectiva porque nos damos cuenta que nuestra vida es una suma de momentos tan imperfectos que paradójicamente resultan absolutamente perfectos; fantásticos aprendizajes y grandes experiencias.
¡Qué ironía! Pienso que es muy sencillo engañar a los tontos con mentiras y entra la duda porque entonces si a los inteligentes se les engaña con la verdad ¿Qué te dices hoy al espejo? Es muy fácil contarnos una milonga y creérsela, pero es justo ahí donde está el punto de inflexión y nos llega la reflexión ¿De qué lado estamos?, ¿del de la madurez o del teatro? Tenemos la capacidad para ver la verdad y reflexionar, pero preferimos quedarnos en la falacia y tirarnos al suelo que por supuesto es más fácil. Dejemos de quedarnos en la superficie y hacernos tontos, seamos realistas y aprovechemos la prórroga para ser mejores y seguir contentos.
Cuando decides seguir sin llenarte de ya pa’qués y mejor tomar con gusto la prórroga resulta que te enteras que el cuerpo que hoy portas tiene historia y un encanto especial para mostrar; que la plática que no esperabas, se convirtió en una tarde de profundidad espectacular; que el evento que te daba pereza, fue de diversión inolvidable; que el error que en tu cabeza significó un fracaso, te enseñó más que cualquier logro; la pena que te devastó, te sirvió de impulso para no rendirte; la persona que llegó inesperadamente, aportó a tu vida más que las que según tú tenías para siempre; la mala decisión que de momento te hundió, también te mostró el camino correcto; quien te defraudó, te orilló a elegir mejor a las personas en tu vida. Y así… nunca estamos en cero, el aprendizaje queda, nos damos cuenta que el ¡Ya pa’qué! Es un instante que puede servir de impulso, de llamada a la acción ya sea al cambio, al aprendizaje o a la reflexión si realmente queremos ponernos en un mejor lugar y seguir a partir de ahí.
Es en el instante en que aceptas la “derrota” o más bien la realidad cuando ves que lo que te pasa puede tratarse de un éxito, de una nueva oportunidad, ser motivo de orgullo y entender que no necesitas tener todo planeado, resuelto o en control, sino simplemente tener ganas de tener ganas, enfrentar el valor de sentir y de querer seguir aunque no tengas tan claro el rumbo que tomas, porque resulta que la vida en su esencia más pura es absolutamente impredecible.
Entonces, aprovechemos que estamos en la prórroga, que estamos todavía con energía, capacidad y ganas para vivir con los ojos bien despiertos.
¿Y Por dónde empiezo? La respuesta no puede ser más sencilla. Habrá que frenar para reflexionar, para agradecer lo vivido, o simplemente estar y poder seguir; por lo tanto… empezar a fluir, aprovechar y tratar de disfrutar nuestro tiempo de permanencia porque no podemos escudarnos en un mediocre ¡Ya pa’qué! Ni quedarnos estancados en lo impredecible de los días.
Cambiemos el “Ya pa’qué” Por un ”Pa’lante” Y justo eso…¡Pa’lante!
Registro de Propiedad Intelectual ©Mónica Cué
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