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Foto del escritorMónica Cué

LA MATERNIDAD ES UN DUELO SIN DESPEDIDA.

Por Mónica Cué

No se si tenemos la percepción desviada, la brújula mal orientada o más bien las prioridades perdidas y las expectativas confundidas. 


Me llama mucho la atención que cuando una mujer tiene un hijo, el mejor comentario recibido es

-¡Wow! Estás perfecta, si es que casi ni se te nota que acabas de dar a luz...  ¿Poooor? Si exáctamente, acabas de dar vida ¡Por supuesto que estás prefecta! Pero no precisamente por lo que dicen. Si tu cuerpo tardó tanto tiempo en adaptarse y entró en mil procesos de cambio y sigue en ello ¿Cuál es la obsesión por el que no se note?, ¿por qué no quisieras que se notara?, Si no es una desgracia, es una elección; no es un evento menor, es un gran paso que deja rastro y marca un parteaguas en todos los aspectos de la vida. La realidad es que estamos un poco perdidos desvariando el concepto y se espera que aparezca de pronto todo el combo: La familia de foto, el cuerpo perfecto, el marido tipazo, el niño divino y la vida resuelta, pero vamos a ver…


Cuando te vas a casar te hacen una despedida de soltero ¿Cierto? La despedida se entiende que es porque nunca más vas a estar soltero, vas a cambiar de etapa, vas a compartir la vida, decidir en pareja y tu estilo de vida va a dar un giro. Hasta ahí todos estamos en el entendido y muy aceptado; cuando te casas te dicen no dejes de hacer vida de pareja y eso va muy bien, pero ¿Por qué entonces no te hacen una despedida de pareja cuando tienes un hijo? Es que nunca más vas a ser una pareja porque pasarás a ser una familia. Las actividades cambian, las prioridades y los planes también; se delimita el proyecto de vida juntos independientemente del individual y es así… Simplemente tenemos cambios.


Claramente no somos las mismas personas de solteros, pareja o familia, pero todos estos cambios suceden naturalmente, se aplauden, se asumen, son socialmente bien vistos y perfectamente aceptados, pero ¿Son realmente aceptados del todo? Yo tengo mis dudas porque entonces si el casado pone como prioridad a su pareja o a su familia, inmediatamente llegan los señalamientos de que “eres un madilón”, “tu mujer te controla”,  “no eres el mismo de antes”, pues ¡Claro que no eres el mismo de antes!  Se espera que en toda transición permanezca la persona intacta cuando es evidente el cambio y por lógica se hacen las cosas distintas. La vida nunca es horizontal, se tienen muchas facetas, se sortean las cosas diferente aunque idealmente sin perder la individualidad y los ratos personales, pero entonces… En realidad no es tan bien aceptado porque a los que están afuera les cuesta entenderlo así; y paradójicamente digo los que están afuera, pero afuera de la vida de los demás porque por supuesto que están dentro de la propia viviendo la misma situación y siendo señalados por lo mismo. No hay cómo acertar.


Cuando te conviertes en mamá pasa un poco lo mismo porque parece que el truco es intentar hacer desaparecer al niño para continuar la vida como era antes de tenerlo, para recuperar el cuerpo perfecto inmediatamente, para seguir la fiesta o tener vida de pareja como si no fueran ahora una familia… ¿Por qué cuando vas a ser mamá te hacen un “baby shower” que es básicamente una previa bienvenida al bebé que llega, y está muy bien que se celebre el momento de alegría, pero siguiendo con la línea de lo que se espera socialmente, entonces ¿Por qué no te hacen una despedida ante la evidente maternidad? Si cuando estás soltera, te despides de esa faceta de tí que quedará atrás, entonces deberíamos tener una despedida de la mujer sin hijos a la nueva maternidad, porque ahí sí que el cambio es más fuerte y la maternidad si resulta ser de cierta forma un duelo, porque se muere una versión de tí para convertirte en otra que es absolutamente desconocida. El duelo entra en esa aceptación del nuevo yo, en el reconocimiento y la manera de transitar, pero desde ese lugar desconocido y habiendo soltado a la que nunca más va a regresar ¿Qué perdí de mí?, ¿cómo reconozco a esta nueva versión? ¡Eso sí que es duro! Ese sí que es un gran cambio, pero nadie lo ve así porque no es tan romántico, ni aquí cabe la superficialidad.


Y no se diga del duelo que se vive cuando los hijos crecen y empiezan a encontrar su individualidad; cuando ves que todo eso que inculcaste y empeñaste da frutos, cuando los encuentras listos para hacer su vida y perseguir su propio propósito de vida. Da orgullo infinito por supuesto, pero sin duda se vive otro duelo que tampoco se ve como ello porque simplemente “así es”, porque “toca” y es “normal” que los hijos emprendan su propio camino. Evidentemente es natural y de eso se trata claro está, pero no deja de ser otro cambio que descoloca.


Transportalo a cualquier etapa en la que te encuentres, pero si desde un principio se exige que no se note la transición, que el cuerpo no nos delate, que el estado de ánimo no nos traicione, que aceptemos felices la ola de emociones que nos revuelca y que además como debe ser tengamos la imágen de la mamá perfecta, la mujer impecable; que desempeñemos el papel como si de verdad supiéramos cómo y que empeñemos la vida sin titubear; no descuidemos a la pareja, pero cuidemos al niño; no nos quejemos de todo lo que representa y fluyamos dentro de la sacudida con una sonrisa puesta, pero además sin mostrar desgaste, con la cara perfecta y luego desprendernos como si no pasara nada porque "es natural". Puesto así, suena terrible, pero la realidad es que no es una obligación, ni tan terrible; además que se hace por elección, pero eso no quiere decir que no sea difícil, que represente un gran cambio y que cueste adaptarse.


Por años, hemos aceptado y acatado que a la mujer se le exija cierta imagen para encajar en el molde y por lo tanto que su aspecto esté condicionado a sentirse bien ¡Cuánta presión! Hay que estar guapa, delgada, arreglada, peinada, con buena cara, sonriendo y bien depilada. La autoestima se ha visto supeditada a la talla, la edad y la imagen; a entrar en el parámetro colectivo que nos ha marcado la sociedad.


Sin duda nos cuesta cambiar y aceptar el cambio en los otros, pero para avanzar, para construir, para madurar y para ser mejores hay que salir de la zona de confort. Si se quieren conseguir grandes cosas; si nos queremos abrazar, si queremos vivir con serenidad y disfrutar las etapas, si se tiene un proyecto de vida personal, profesional, en pareja o de familia... Necesitamos avanzar y por lo tanto forzosamente cambiar. Cuesta, pero la única forma de crecer es cambiando; la única forma de aprender es equivocándose; la única forma de saber decidir es decidiendo y la única forma de vivir disfrutando es atreviéndose a vivir y definiendo nuestro propio parámetro de normalidad.


No nos hagamos bolas, tener hijos no es una obligación; pero si los tienes, que sepas que el cambio es inevitable, que igual que con el paso de los años... Se va a notar, y que serás criticada; que cumplir años y decidir tener hijos significa que tu cuerpo cambie, que tus prioridades, actividades y planes cambien, significa invertirles gran parte de tu tiempo, de tu dinero, y mucho esfuerzo; significa descubrir partes de ti y capacidades que no sabías que tenías, significa enfrentar tus miedos, tocar tus límites y también conocer y sentir el amor verdadero. 


Sin duda tener hijos es una decisión personal y representa una aventura distinta para cada quien, por eso no se valen los juicios ni los señalamientos al ajeno, no se vale que lo que se felicite sea que tu cuerpo parezca que no pasó por ahí, que no te mueva el hecho de que has tenido un hijo como si fuera un castigo, que de verdad se piense que lo natural debería ser que no se notara o medirse con la regla del ajeno, como si estuvieras mal porque fulana salió del hospital con sus pantalones puestos y tú no ¿Enserio gente?    


Yo creo de verdad que tenemos que dejarnos de tonterías superficiales y empezar a trabajar más en conocernos, en nuestra seguridad y en nutrir nuestro interior; deberíamos enfocarnos más en ser y no en parecer o pertenecer. Dejemos de pretender cumplir con la expectativa social y cambiemos nuestra propia narrativa porque no se trata de vernos más flacas, más perfectas, o más jóvenes de lo que somos, ni se trata de borrar la huella de lo que nuestro cuerpo muestra porque hemos vivido; se trata de estar más contentas dentro de nuestro propio parámetro con aceptación y abrazándonos amorosamente. 


Estoy convencida de que la belleza no es simplemente frivolidad, claro que a todos nos gusta contemplarla y también es verdad que lo primero que hacemos  cuando escuchamos un referente de “belleza” es transportarnos al cuerpo, sin embargo, belleza es el entorno, es la mente y los sentimientos, la belleza es la naturaleza y el arte, es nuestra forma de ser, de vernos y de conducirnos. La belleza se refleja, nos pinta una sonrisa, nos eleva el estado de ánimo y es por ello que siempre buscamos que nos guste lo que vemos en el espejo y entonces nos desvivimos en intentos por conseguir una imágen personal que refleje esa belleza, pero no hemos entendido que dicha belleza tiene que empezar por dentro y que somos nosotros los primeros en la necesidad de crearla, de creerla y apreciarla antes de pretender reflejarla con seguridad.


Y así como la belleza es un estado mental, no del cuerpo, los cambios hablan de una evolución, por eso… Deseo que tu evolución sea en positivo hacia tal crecimiento mental, que dejes de hacerte bolas con lo que dicta la “norma” y realmente vivas contenta habitando tu cuerpo, disfrutando tus decisiones, tu proceso y tus etapas, cualquiera que sea en la que te encuentres.


Registro de Propiedad Intelectual ©Mónica Cué


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