Empecemos por entender que no todo tiempo pasado fue mejor. Cada paso, cada año, cada etapa cuenta y se disfruta de diferente manera.
Si que es verdad que con el paso del tiempo vienen muchos cambios. Estar en paz y asumir los cambios físicos que vengan con la edad, no quiere decir que nos dejemos ir y nos descuidemos. Simplemente, tratar de abrazarlos desde el amor propio, la madurez, la nutrición de nuestro cerebro, nuestras acciones, nuestro pensamiento y desde las experiencias que nos ha dejado este cuerpo.
Hay que informarnos, enterarnos de lo que sucede y llevar esos cambios con inteligencia. Lo que realmente cambia es el lugar desde donde se ven esos cambios; es decir, si estoy a disgusto y enojada con lo que ya no tengo, con lo que ya se fue; o más bien, los abrazo desde donde estoy con la perspectiva de hacer lo que depende de mí para mejorar y conservar en buen estado lo que sí tengo.
La vida no nos da ni nos quita nada, eso se construye, llega como consecuencia de nuestras decisiones, nuestro actuar, pensar y decir.
Las renuncias que haces con la edad también te limitan y eso a lo que renunciaste difícilmente regresará... tratemos de no engancharnos con el: Yo ya no hago esto o esto no es para mi edad, nunca es tarde para hacer eso que quieres hacer. Mejor, tomemos la vida desde una perspectiva fresca, como una oportunidad para crecer y mejorar.
Si necesitas lentes, si tienes arrugas, si te salieron canas, si te dan bochornos, si te truena, si te duele…¡no pasa nada! Esas son trivialidades que tienen solución, que no te incapacitan, ni deberían consumirte. En lugar de eso, comprate los lentes más lindos que encuentres, píntate el pelo del color que te guste, cuida tu piel adecuadamente, alimentate bien, comprate el más espectacular abanico, acércate al especialista, haz lo que haga falta y tómate lo que te tengas que tomar para estar y sentirte mejor.
Llegar a la edad del abanico, nos acerca a una libertad de acción y decisión sobre nuestra persona. Hay que hacer lo que haga falta para vivir dentro de lo posible como queremos vivir los años que siguen.
Aprendo a amar y agradecer mi cuerpo. Soy consciente de la causa y efecto del “Como yo lo traté, como lo trato hoy es que se va a ver, a comportar y el tiempo que me va a durar”.
La menopausia no es una devaluación previa a la vejez. No es una vergüenza, una enfermedad ni un principio de decadencia.
Sería importante y agradecido que las personas cercanas en nuestra vida diaria se documenten, sean empáticos y nos hagan sentir queridas de igual forma; recibir ese apoyo que necesitamos para transitar y fluir mejor esta etapa de la vida con paciencia, comprensión y acompañamiento.
La menopausia es un proceso natural del cuerpo de las mujeres, y de ella, ninguna nos salvamos. ¡Llegará para todas! Llegará inevitablemente
Entonces, llega el tiempo de asumir que estamos en esa edad en la que tenemos cambios físicos, emocionales y mentales que van más allá de los sofocos. En la menopausia, llega la baja de estrógenos y un desbalance hormonal al que hay que poner especial atención.
Entender las hormonas sin ser especialista es tan complejo como tratar de entender la mente. Son ellas las que controlan e intervienen en todos los órganos y los procesos de nuestro organismo. Un desbalance hormonal puede traernos consecuencias importantes de salud; y lo que alguna vez representó felicidad con el privilegio de poder reproducirnos, puede convertirse en nuestro gran enemigo si no se atiende.
Aunque los síntomas relacionados con esta etapa de la mujer son muchos, no son los mismos para todas.
Entre algunos de estos síntomas están: la depresión, ansiedad, trastornos del sueño, sofocos o escalofríos, sequedad vaginal y en general de todas las mucosas, sudores nocturnos, cambios de humor, debilidad, sequedad de la piel, caída del pelo, debilidad de los huesos, aumento de peso y metabolismo lento.
Estos síntomas de acuerdo a los que presente cada una, tienen tratamientos específicos de forma personalizada para poder sobrellevarlos sin padecerlos, ni que trastornen nuestra cotidianeidad.
Los cambios hormonales no suceden drásticamente, ni de la noche a la mañana, es paulatino, el cuerpo se empieza a comportar de forma distinta a lo usual y sin embargo, generalmente no les damos la importancia que realmente tiene hasta que los síntomas nos rebasan o puede ser que nunca se la demos como deberíamos. La baja hormonal tiene un impacto masivo en el cuerpo de las mujeres, el cerebro, la piel, el corazón, los músculos y también las emociones.
Además de todo lo anteriormente dicho, una baja de estrógenos trae consigo enfermedades importantes del corazón y es justo en esta etapa cuando la mujer corre más riesgo de tener padecimientos cardiovasculares. También es ahí que los huesos se empiezan a deteriorar y esto trae consigo problemas a largo plazo, por eso, hay que poner especial atención en obtener un equilibrio hormonal de una u otra forma. El deterioro avanza.
La baja de estrógenos que ocurre en la menopausia, nos pone vulnerables también frente al deterioro cognitivo y por lo tanto, nos coloca de frente a la demencia. Las mujeres tenemos un mayor índice que los hombres en las probabilidades de tener demencia; y esto, es independientemente de la expectativa de vida. Mientras más temprano llega la menopausia, aumentan las probabilidades de un envejecimiento cerebral prematuro, cuando llega la baja de estrógenos, se pierde un importante elemento neuroprotector y aunado a los miles de síntomas que la menopausia conlleva, el envejecimiento cerebral realmente es de preocupar.
Consumir antioxidantes y ácidos grasos para proteger el cerebro pueden ser de ayuda, pero es muy importante hacer mancuerna con las estrategias del médico especialista para mantener los niveles hormonales en equilibrio de acuerdo a nuestro caso, síntomas y antecedentes de forma personalizada. No le restemos importancia a la menopausia.
Si que es verdad que la menopausia viene con muchos cambios y cuestionamientos. Yo prefiero verla como un nuevo principio. El principio de una etapa de disfrute, sólo que el placer o la pesadilla de ella depende de los ojos con los que la veamos y los cuidados que tengamos sobre nuestro cuerpo y nuestra mente. Es verdad que esta etapa tiene muchas aristas, unas agradables y otras no tanto pero es por ahí que TODAS hemos de pasar, así que como es inevitable dentro del ciclo natural de vida, decido tomarla con buena actitud y no enfocarme en lo que se pierde sino en cómo se transforma y lo que se gana en esta etapa.
Abrazo los cambios desde una perspectiva más amorosa, agradezco a mi cuerpo lo que me ha dado y quedo orgullosa con lo aprendido, con lo que la madurez me ha traído y camino feliz hacia lo que sigue.
¡Bienvenida esta etapa de vivir literalmente sin reglas!
Cito en este texto una fracción del libro de mi autoría “Elijo envejecer bonito”
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