LA PAYASADA JETSETERA.
- Mónica Cué
- 10 abr 2024
- 7 Min. de lectura
Por Mónica Cué

Estamos en medio de una sociedad en donde las actividades y los esfuerzos por apantallar y pertenecer se vuelven de no creerse. De verdad que la payasada jetsetera es cosa de unos cuantos porque quien en realidad ha tenido dinero siempre, quien realmente pertenece a ese mundo de lujos y ha crecido ahí no tiene que hacer tanto esfuerzo por mostrarlo, no lo forza ni pretende validar nada socialmente, para ellos el estilo de vida y en el círculo en que se mueven se torna natural, porque todos lo tienen, ninguno lo tiene que decir y los lujos son parte de la cotidianeidad natural sin tener que hacerlo evidente. En cambio, la payasada jetsetera a la que me refiero aparece cuando se vive en la presunción eterna, cuando el esfuerzo por enseñar el dinero es evidente y forzado, cuando hay que mostrar que tienes más, que viajas más, que gastas más y aparentar gustos o excentricidades como si eso te definiera, te diera una mejor reputación o inmediatamente te aportara valor.
Tratas de “refinar” tus gustos baratos porque ahora puedes y te esfuerzas en ello porque si quieres pertenecer eso es lo que debes hacer, pero en el fondo sabes que traicionas tu esencia. Y ojo, una cosa es superarte que no hay discusión de que eso en todos los casos y para todos está súper bien, es admirable y absolutamente de aplaudir, y otra a lo que aquí me refiero que es la transformación frívola que se trata de imponer y restregar lo cual no se si es triste o molesto de ver y convivir.
Me parece lamentable ver que personas aparentemente valiosas que pudieran por su educación y principios conservar la esencia de ello, pero por la "fortuna" de tener dinero de repente, lo que hacen es transgredir esos valores y tirarse a la superficialidad. No estoy muy segura si esto sucede repentinamente por estar, por pertenecer, por enseñar, controlar o simplemente por adquirir estatus, por complejo, por sentir poder o simplemente por farolear y entrarle a la payasada jetsetera por el hecho de que ahora económicamente pueden.
La brújula se pierde, el filtro social llega y entonces se intenta trepar porque claramente sus raíces, lo que tenían, las amistades de su vida pasada y lo que queda de ello no les parece a la altura ni suficiente. Entonces quedan diferentes vertientes… Uno: Conservan a quienes los alaban o admiran sin disimulo esperando ser invitados por conveniencia a la fiesta del año; dos: Ignoran a quienes estuvieron, pero como ya no son suficiente, cambian radicalmente de círculo por quienes ahora consideran superiores; tres: Hacen a un lado a quienes demuestran que no están ahí por el dinero, no les interesa, ni rinden pleitesía por el nuevo estatus; cuarto: Se quedan por encima y con pinzas con algunos e intentan literalmente rescatarlos de lo que consideran su inframundo (incluyen amistades o familiares) y cinco: Se quedan con unos cuantos que por supuesto poco frecuentan simplemente para mantener su pantalla de humildad. Vaya, vaya… Ni a cual apostarle.
El caso es que la payasada jetsetera es como la ignorancia ¡Un gran espectáculo! Un espectáculo que sucede frente a todos, pero el único que no lo nota es el involucrado metido en su papel falto de información, pero súper valiente para exponerse.
Paradójicamente ese faroleo muestra absoluta carencia dentro de la abundancia. No nos equivoquemos y empecemos con las etiquetas disfrazadas. No es envidia, es objetividad a ojos vista. Nadie critica el dinero, lo que se critica es la actitud ante él. Está increíble que te vaya bien, que disfrutes tu dinero como mejor consideras, que viajes, que hagas y festejes… eso nunca será criticable, que maravilla que lo tengas, puedas gozar y compartir con quien consideres; pero aquí se gira el trasfondo de la conversación cuando piensas que si no es a tu forma está chafa, que si tu pasta no tiene trufa no es digna de tu paladar “gourmet”, que si no viajas mil veces al año no estás a la altura, si no haces las fotos pertinentes para dejar muestra de ello en redes no sucedió, si no enseñas a tu familia “perfecta” (aunque funcione como cualquier otra), si no ostentas tus mil propiedades, tus obras de arte o tus amistades exclusivas entonces no eres merecedor de tu círculo exquisito… Cuando ves para abajo a los demás porque no comparten tus gustos, tus nuevas exuberancias, tu manera de recibir y conducirte, es que pierdes toda credibilidad ¿Es que lo tienes que mostrar todo para existir?, ¿si no subes la foto no pasó?, ¿si no alabas a la maravillosa familia que tienes o la unida amistad de vida deja de serlo?, ¿si no lo presumes no lo tienes? El caso es que sucede que la superficialidad y la fachada es tan grande como el ego y eso es lo que es patético.
¡Qué lástima! Porque en realidad es que si crees que eres mejor persona y sientes que vales proporcionalmente a lo que muestras tener, lo que en verdad muestras es infinita pobreza interna, presumes tener a manos llenas, pero el vacío es tan grande que pretendes llenarlo de esa forma.
Te tengo noticias… El hacer no determina tu identidad, el tener no es tu ser. Lo que realmente eres no es lo que haces, los títulos que ostentas ni tu cuenta de banco. El valor que te pones y el propósito de vida es lo que te conecta con el corazón y te hace feliz, el éxito y el dinero no te define como persona. Es verdad que te pone sin duda en ventaja económica y por supuesto que compra libertad y tranquilidad, te proporciona seguridad y te da capacidad de movimiento, pero no por ello forzosamente te encuentras en un mejor lugar, vives con mayor serenidad ni más contento.
Hay que ser congruentes, el dinero ayuda claro que sí, nadie está peleado con él y todo el mundo lo quiere, pero hay distintas formas de convivir con él: En el disfrute de la naturalidad congruente o desde lo más superficial de la payasada jetsetera. Es a esto último a lo que me refiero.
Vivir siempre con el afán de mostrar y aparentar debe ser agotador, pero bueno… imaginando que tienes esa serenidad, que realmente estás contento con tu vida y por supuesto orgulloso de tu cuenta de banco, las siguientes preguntas llegan solas ¿Estás tranquilo y pleno con tu vida?, ¿las personas de las que eliges rodearte están ahí por tí o por tu cartera?, ¿amas o controlas?, ¿fluyes realmente dentro de esa maravilla de vida que muestras?, ¿piensas que eres más y mejor porque tienes más?, ¿realmente perteneces al mundo que enseñas? Aparentemente vives muy bien y rodeado de lujos, pero el problema es que pretendas que los lujos que te adornan te transmitan su valor porque eso claramente no es lo que va a pasar. El valor y el lugar no lo determina tu dinero, todo el mundo sabe que las apariencias son muy importantes para tí y así lo toman, te conocen y a partir de ahí te toman y te aceptan, pero vives tratando de controlar tu ambiente porque eres esclavo de la frivolidad y te aterra que tu entorno se mueva sin la aprobación de tu ojo y tu cartera. Que terrible que las personas de tu alrededor se mantengan ahí por las razones equivocadas, que lamentable que tengas la personalidad camaleónica para pensar que eres bien recibido en todas partes y que tienes la capacidad de mimetizar a los demás con tu persona simplemente por tu presencia o porque que eres tú.
Y también es verdad que la sociedad a la que pertenecemos de cierta forma nos orilla a todos a fingir o aparentar de alguna manera. Las preguntas obligadas para todos entonces serían ¿Que tanto aparentas?, ¿te da miedo o te avergüenza mostrarte como en realidad eres?, ¿eres congruente?, ¿formas parte natural de tu círculo o te esfuerzas por pertenecer?, ¿tus amistades son genuinas?, ¿vives por el hashtag y las apariencias en redes sociales?, ¿estás pendiente de los comentarios alabadores y “likes” para alimentar tu ego?, ¿piensas que lo que muestras al exterior en realidad define tu adentro? ¡Cuánto vacío!
Subirse al tren de esta payasada jetsetera resulta tener truco porque por un lado te da estatus y “poder”, pero te deja mal parado, porque es de conocimiento común que subirte a ese tren implica ponerse en aparador, mostrar a manos llenas, pero con un evidente vacío porque pretender que los lujos que te adornan determinen tu valor habla de una inmensa insatisfacción, grita falta de identidad y muestra a ojos vista una superficialidad absoluta en todos sentidos. Si tienes y puedes disfrutarlo qué maravilla, pero no pierdas el piso ni la brújula. Deja de pretender elevar tu valor como persona por el hecho de tener dinero, ni pretendas que los demás te piensen superior. No va por ahí, todo el mundo lo sabe.
Ni tu casa, tus coches, tus amistades, tus lujos ni tu cuenta de banco determinan tu valor. Te llenas de pantallas, porque tienes muchas carencias existenciales. Juegas el papel que te asignas, pero en el fondo, no sabes muy bien quien eres y te encuentras entre mundos; necesitas aprobación de los demás para no mostrar tus vacíos, necesitas ser validado para existir y pertenecer. Entonces, lo que hay es una desconexión real entre quien eres y lo que te pide el círculo social al que pretendes pertenecer.
Eleva tu valor, dirígete al éxito, disfruta tu vida, tus gustos y lujos, pero sé congruente, mantente fiel a tu ser, a tu gente y a tus valores. Muéstrate desde el interior y no esclavo de la superficialidad que te esfuerzas por aparentar ¡Deja de intentarlo tanto! La payasada jetsetera no es más que una fachada de utilería.
Entonces… Haz el ego a un lado por un momento. No pretendas conseguir valor por lo que tanto te esfuerzas en enseñar, procura mejor aportarte valor y aportarlo por lo que eres.
Registro de Propiedad Intelectual ©Mónica Cué
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