Por Mónica Cué
No podemos hablar de tradiciones, de fechas especiales, de legados y raíces, sin mencionar que todo empieza en nuestra familia. Entiendo que cada familia tiene sus propias dinámicas, pero a la vez como parte de la sociedad en que vivimos, todas responden a prácticas culturales y sociales que se arrastran por generaciones y se repiten sin cuestionar.
Aferrarse a los valores, las vivencias y los principios que aprendemos como familia nos arraigan el sentido de pertenencia y nos enseñan que la vida no nos dá ni nos quita nada, sino que más bien nos pone retos, obstáculos, oportunidades y lecciones diferentes en todas las etapas para aprender de ellas. Es de los valores familiares de los que nos sostenemos para seguir adelante, avanzar hacia nuestras metas, cumplir sueños y agradecer lo recibido. Son los apegos familiares los que no marcan desde la infancia una línea definida de tradiciones, de unión y festejos que cada familia resuelve de diferente manera ¡Cuánta añoranza! Que tiempos aquellos llenos de sueños y deseos, cuántos recuerdos de esas Navidades cargadas de magia de cuando era pequeña, tanta ilusión atrapada ¡Que felicidad!
Ahora que somos mayores… Llega nuestro tiempo de disfrutar la inocencia desde otro lugar, somos responsables de fomentar la ilusión en nuestros hijos, de hacer suceder la magia, de perpetuar tradiciones, pero crear nuevas, formar memorias y recuerdos que perduren en el tiempo y construir una infancia inolvidable para nuestros hijos que conserve sonrisas a pesar de los años, que conserve esa esencia feliz y que el simple recuerdo les haga sonreír trascendiendo edades y generaciones.
Para estás celebraciones, generalmente es el papel de la abuela, de la tía o de la propia mamá en quienes recae la “responsabilidad” de mantener junta a la familia extendida en estas fechas, de poner su casa, convocar, organizar la comida, las actividades y la dinámica cada año.
Algunos, esperan el día para reunirse todos por única vez en el año; otros, tienen la suerte de verse con frecuencia, disfrutan de estar juntos y ésta celebración es la cena anual “elegante”, con un menú establecido para el día especial, pero también hay quien se queja desde que se acerca la fecha porque le genera angustia y es que es un día que puede ser muy mágico, pero también muy estresante y conflictivo para los mismos miembros. Empiezan los conflictos entre familias nucleares del vaivén de que si este año es con tu familia, que si tocaba con la mía, pero es que viene mi primo que vive lejos, o es que tu familia es muy aburrida, que la Navidad con la mía es mejor con tanta gente, que si nos queremos ir de viaje solos, pero si lo digo, todos los demás hacen drama, y así… miles de variables, pero la realidad es que debería ser un día literalmente de llevar la fiesta en paz y estar contentos.
Cuántas familias hay que tienen miembros que viven en soledad “acompañada”, cuánta tristeza sólo de pensar que es el único día en que les llaman o los invitan a convivir, otras veces, asisten miembros que no se hablan, pero ninguno quiere renunciar a estar aunque sea del otro lado de la mesa, llegan los que aunque caigan gordos son parte de y toca aguantarlos, que triste saber que siendo tantos participantes, es por única ocasión en el año se reúnen, que se toleran porque es lo que hay que hacer, pero en el resto de los días ni se hablan, ni se fomentan y tampoco se preocupan los unos por los otros.
Las apariencias resultan nocivas. Es más… ¿En cuántas cenas el día de Navidad con familias numerosas reunidas, la mesa es la misma cada año, la dinámica se da por añadidura, la convivencia es por encima, las conversaciones se repiten, las anécdotas no se suman y ni siquiera ese día se ponen al tanto de la vida de los demás?, ¿es que en realidad les importa la vida de los demás?
Es en estas ocasiones que aunque todos lo piensen, nadie se atreve a decir fuerte y claro, que la “funcionalidad” de la familia extendida resulta absolutamente disfuncional, en realidad todas las familias son disfuncionales aunque no se quiera ver, pero acudir a la cena “familiar” es lo que hay que hacer por el simple hecho de ser parte. Y aquí es que entra la pregunta que descoloca ¿En verdad hay que hacerlo?, ¿tenemos que caer en la hipocresía, en el quedar bien, en el aparentar o estar por estar presente sólo por ser muchos y pertenecer?, ¿eso es para tí llevar la fiesta en paz?
Mi perspectiva es otra… Yo creo que lejos de ser una fecha con calzador para celebrar y reunirse, debería ser un día feliz sin deberes ni obligación. Quien quiera estar, quien quiera participar, a quien le acomode el día y la hora, quien se pudo organizar está bien y quienes faltaron por la razón que sea, que no sean tachados de raros, malos familiares, o hacer sentimiento porque es EL día del año para reunirse y no es bien visto que vayan a fallar ¿Que no tenemos otros 364 días para procurarnos si es que hay interés de por medio?, ¿Es que no se puede decir simplemente no voy sin ser juzgado?, ¿no puede ser un día antes o uno después para evitar estar entre la espada y la pared?, ¿tenemos que participar a TODOS sólo porque son “familia” y es lo que se debe hacer?, ¿es necesario juntarse muchos para que valga la Navidad? La realidad es que hay mucha presión, demasiada hipocresía y lo que debería reinar en estas fechas es la armonía y que esté quien quiera y pueda.
¡Es que en mi familia somos muchísimos en Navidad! ¿Y el ser muchos una noche garantiza la unión familiar el resto de los días? En realidad ¿Los ves?, ¿conoces su vida?, ¿sabes lo que hacen el resto del año?, ¿estás enterado si han tenido problemas y pudiste ayudarles?, ¿dónde estabas?, ¿esperando la cena del próximo año para volver a verlos?, ¿en verdad te importan toooodos esos mil tíos y primos de la “happy family”? Si realmente te importaran se demostraría a lo largo del año y no una sola noche de caos. Porque no me dejarán mentir que la familia puede representar la calma dentro del caos o el caos mismo.
Recordemos que la sangre no nos hace familia, nos hace parientes. La familia se quiere, se procura, y se busca. Por la familia te preocupas y estás al tanto de la vida de sus miembros todo el año y no un sólo día, la familia se apoya, pero con empatía e interés, por amor y con voluntad, ¡Nunca por obligación!
Es verdad que el ejemplo para este tipo de reuniones como la de Navidad, empieza en las generaciones de arriba. Entiendo que la abuela no quiere mover la fecha porque siempre ha sido así, que todos esperan el día para verse y convivir, pero muchas veces es tan a la fuerza que la actitud y la energía se siente. El ambiente no se percibe alegre ni relajado, muchos de los miembros ni siquiera se soportan, algunos ni se conocen, pero “hay que estar”.
No lo entiendo muy bien… Si la idea es promover la unión familiar, por qué hacerlo forzado y que pierda su esencia. Entiendo que TODAS las familias quieren la cena de su lado, pero todo tiene una perspectiva y todo se puede acomodar.
Cuando eramos pequeños como mencioné anteriormente, era turno de las abuelas y las tías decidir y organizarlo todo; pero ¿Qué creen? Estamos ahí y la estafeta es ahora nuestra. La responsabilidad por la unión familiar recae sobre nosotros y es nuestro momento de hacerlo de forma diferente y cambiando algunas reglas. Los invitados, la dinámica, los límites y también la sobremesa…
Y es que la sobremesa puede resultar fantástica y divertida, pero también tensa e incómoda en una Navidad en familia. Es en la sobremesa donde surgen chistes, anécdotas, recuerdos y conversaciones profundas, pero muchas otras veces reina la falta de filtro mental, se dan consejos que no se han pedido precisamente por el derecho que sienten tener por ser familia, salen trapos sucios, surgen reclamos, conversaciones incómodas, comportamientos imprudentes de algunos miembros, caras largas, consejos no pedidos, opiniones de personas poco flexibles que terminan en discusión; se cae en dinámicas inconscientes que promueven la falta absoluta de empatía y provocan emociones poco saludables que cada año vuelven caóticas las reuniones, y luego… por no buscar problemas se calla, se aguanta y se tolera "porque somos familia" y todo debe quedar ahí, pero hay secretos a voces, no se dicen pero se asumen y se dan por entendido, se vuelven tradición, se comentan entre algunos por fuera, se calla porque ¿Para qué hacer algo grande si no lo vuelvo a ver hasta dentro de un año?, pero… ¡Qué gran familia!
Te pregunto: ¿Esto es realmente sano?, ¿ese es el objetivo de la Navidad? Si todo es TAN armonioso en familia como se dice de dientes para afuera por guardar apariencias, entonces ¿Por qué los consultorios de los terapeutas se saturan después de estas reuniones “felices”? Es después de estas celebraciones en donde claramente no se lleva la fiesta en paz que afloran sentimientos que lejos de promover la armonía y alegría de estar reunidos, resulta estresante y desgastante, pero “es que hay que estar”... ¿De verdad hay que estar y prestarse a todo ese circo por el simple hecho de ser parientes por un día del año y con eso basta?
Revaloremos el sentido de la Navidad y propongamos que los que se reúnan, cuando sea que se reúnan realmente sea por querer estar y por compartir de corazón dejando de lado lo que debería ser, lo que se hace por tradición y en automático sin cuestionarse los límites. Nada es a fuerza, no hay obligación de prestarse a ello si no fluye desde el amor, ¿Para qué ir si no sobresalen las risas, si no pesa más el tiempo de disfrutar y las ganas reales de estar? El tiempo es muy valioso y no vuelve más ¿Vas a dedicar tu tiempo a un “compromiso” que sabes tiene el poder de descolocarte?, ¿no preferirías invertirlo diferente?
Entonces, si la estafeta por el legado de la unión familiar recae ahora en nosotros, si cuando le tocaba a los de arriba causaba conflicto ¿Por qué repetirlo? Dejemos de inmortalizar estándares o prácticas sociales y culturales que claramente no funcionan. Entiendo que son tradiciones, entiendo que es una fecha especial y es un día en específico, entiendo que todos quieren hacer su parte, pero… Seamos tantito flexibles y veamos por nuestra familia, fomentemos el realmente verse con genuino cariño, por amor a compartir y dejemos a un lado sentimientos absurdos que lo único que hacen es alejarnos de lo que se supone estamos haciendo y lejos de fomentar la unión familiar la estamos separando. Son este tipo de encuentros forzados los causantes de conflictos y malentendidos, por favor seamos nosotros los entendidos ahí y apelemos a la armonía en lugar del drama y de ser el motivo de la discusión.
Yo, por lo menos, ahora que recibo la estafeta y viendo para enfrente. Me rehúso a que la Navidad con nuestra familia (aunque seamos muy poquitos) se vaya a convertir en un mínimo motivo de conflicto para mis hijos con sus respectivas parejas en su momento; me niego a ser la causa de la discordia o el motivo de la mínima discusión por elegir una familia u otra ¡No son competencias! y aunque se tenga el acuerdo de un año con cada familia, las excepciones se dan, las circunstancias cambian y se tiene que tener cierta flexibilidad ante ellas sin herir susceptibilidades o hacer un drama por ello desde el día que se casan. No lo veo así y por lo tanto… Si puedo evitar el que se tengan que dividir, el que tengan que discutir al respecto, seré yo la que se adapte al plan y encantada de recibirlos para la comida del día siguiente, el anterior, o para el día en que vayan a estar conmigo porque realmente quieren y no porque tengan. Hay una línea muy delgada entre el querer y el deber que en muchos casos es inevitable, pero éste no es uno de ellos y yo quisiera ver a mis hijos, sus parejas, sus familias (si las tienen) y a quien quiera sumarse dentro de un ambiente relajado, donde se sientan cómodos y no a la fuerza por muchos o pocos que seamos. Invitemos a aquellos a quienes realmente valoramos en nuestra vida, fomentemos el valor del amor en familia sin importar cuántos sean y retomemos el verdadero significado de la Navidad.
Atrevámonos a marcar nuestras propias tradiciones, conservemos las que nos gustan, empecemos a cambiar las reglas y armemos nuevas historias familiares con los que siguen, con los que quieran estar. Disfrutemos una bonita Navidad realmente en familia, con unión, armonía y por el gusto de vernos. Simplemente una Navidad sin conflicto para agradecer que estamos juntos, que estamos sanos, que estamos vivos y que estamos bien.
Llevemos literalmente la fiesta en paz, seamos punto de unión y no de discusión, busquemos que en el día de reunión, la convivencia se vuelva agradable, amorosa y por gusto. Enaltezcamos a nuestra familia y hagamos bien el papel de amalgama familiar, verdaderamente estamos en la generación en que nos toca hacer familia sin importar cuántos seamos, por eso, prioricemos la armonía y a los nuestros sobre la necedad o el conflicto que puede representar una cena del día “especial”. Un verdadero día especial será en el que se reúnan con amor y por el gusto de compartir sin importar el día o la hora.
Seamos nosotros quienes promueven la verdadera unión, esa unión de corazones que no surge por una fecha obligada, por cumplir o porque no queda de otra, apostemos porque esa unión perdure y trascienda generaciones desde el amor y no desde el compromiso.
Que el espíritu de Navidad vuelva a su esencia, y que haga de cada lágrima, una sonrisa; de cada dolor, la más brillante estrella; y de cada uno de nuestros corazones, un lugar para recibir a Jesús.
¡Feliz Navidad!
Los quiero.
Registro de Propiedad Intelectual ©Mónica Cué
Vaya bien que lo haces!!👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻😘