Por Mónica Cué
Si analizo mi edad fríamente…encuentro que los años que “tengo”, son exáctamente los que ya no tengo; lo que tengo seguro es este instante, me queda el aprendizaje de la experiencia vivida, la esperanza de los años que me faltan por vivir y el deseo de poder disfrutar muchos más ¡Eso es lo que realmente sí tengo!
Conforme nos hacemos mayores, además de que lo vemos evidentemente en el espejo, nuestro cuerpo nos da señales, nos encontramos ante situaciones que no se nos presentaban antes y entonces empieza el: - es que yo antes…, es que esto no me pasaba…, es que no tenía esto, no me dolía aquello, no me tronaba nada, no pensaba así, es que yo antes, es que yo antes. Es que no todo tiempo pasado fue mejor si cambiamos la perspectiva y eso es una muestra de nuestra evolución.
Nuestro cuerpo cada 10 años se reprograma de acuerdo al ciclo de vida en el que estamos y nuestro estilo de vida; cada 10 años hacemos un “corte de caja”, nuestro cuerpo se regenera en proporción a nuestra edad, pero también hacemos un recuento personal y hay veces que nos desdibujamos en lo personal para hacer valer los otros mil papeles que desempeñamos, nos olvidamos de ser y nos enfocamos en hacer y pertenecer.
A veces se deja de tener nombre propio para adjudicarse el título de madre, esposa, suegra, hija, abuela… Por favor, no pierdas tu individualidad, el título no te da ni te resta valor como persona; cuestiónate, recupera una vida propia independientemente del rol que desempeñes, crea un proyecto de vida en conjunto a ello y avanza para crecer.
El tema es que sin importar la edad que tengamos, estamos viviendo en un mundo de sobre exigencia social y personal: hay que tirarle a ser perfectos en todos los aspectos de la vida y llenar casillas infinitas; hay alimentarse bien, hacer mindfulness, hay que cuidarse físicamente, hacer ejercicio, cuidar a los hijos pero ser profesionista, ser una mamá perfecta, estar presente, pero independiente; hay que gestionar las emociones pero no dejarse llevar por ellas, hay que cuidarse a sí mismos pero ver por los demás, hay que ser tolerantes pero no dejarse de nadie, hay que procurar a tus amigos pero tener detalles en tu pareja y además encontrar un tiempo para tí, hay que tener una familia de película y cuidarla, pero si no la tienes según los estándares sociales hay que buscarla o ir contra corriente y aprender a estar “solo” contigo mismo, y es que, hay que aceptar pero también poner límites, hay que soltar, pero también aprender a sostener. Entonces… empecemos por intentar dejar de vivir para y por los demás todo el tiempo, seamos claros con nosotros mismos y nuestra realidad, practiquemos perdonar, pero perdonarnos en silencio y no para olvidar, sino para marcar la línea y alcanzar la propia tranquilidad o hacerlo simplemente para sanar y transitar más livianos.
Dejemos la fijación de lado, que las cosas tomen su curso, que se acomoden donde tienen que estar y desde esa nueva perspectiva vivirlas y tratar de agradecerlas. Dejemos de tratar de llenar todas las casillas, hagamos las propias y resolvamos conforme nos sintamos cómodos, como a nosotros nos funcione y cumplamos con nuestro rol y responsabilidad sin que resulte socialmente agotador, sigamos un proyecto pero a nuestro propio tiempo. Y sería absurdo decir que rotundamente no nos importe lo que opinen los demás, somos seres sociales y por lo tanto claro que nos importa, pero la opinión o la vida ajena, no define la nuestra.
Seamos capaces de disfrutar lo bueno desde nuestro propio presente, valoremos lo que tenemos y somos hoy, hagamos todo lo que podamos con lo que sí tenemos, veamos hacia delante, proyectemos pero sin hacer castillos en el aire, más bien actuemos y vivamos realistamente en el presente con miras al futuro.
Cuando vivimos para nosotros, cuando nos encontramos contentos en nuestra compañía; cuando el recuento es positivo al entorno y con quienes tenemos en él, cuando nos enfocamos en nuestras metas chiquitas cada día, empezamos a ver los resultados de alcanzar los grandes objetivos con el tiempo, pero mientras… habrá que aferrarse al hoy dentro de nuestros propios parámetros “Ahí empieza la madurez”.
Vamos a darnos cuenta que hemos llegado a la madurez cuando logramos gestionar lo malo, cuando el balance es positivo y nos genera paz. Cuando aprendemos que nuestra vida es nuestra, que no tenemos que pertenecer en todas partes ni agradar a todo mundo, cuando entendemos que hacer las cosas de diferente manera que los demás también está bien, que no tener los mismos objetivos se vale, cuando estamos dónde y con quien estamos porque queremos estar sin tener que dar explicaciones, cuando por fin entendemos que la vida está llena de errores e imperfecciones y que si observamos bien, son estos mismos errores e imperfecciones quienes nos enseñan por dónde sí o por dónde no. Que la felicidad es relativa y los objetivos diferentes para cada uno.
Al final, la falta de claridad es lo que se interpone entre nuestra capacidad y nuestras ganas de conseguir algo. Y digo la falta de claridad porque hacemos propósitos y ponemos metas al aire sin tenerlo claro, sin trazar una estrategia y sin planearlo. Soltamos objetivos gigantes a la ligera que descolocan nuestra estructura, objetivos poco claros, sin un plan o a muy largo plazo.
Hagamos el ejercicio de ponernos metas reales, a corto plazo que nos puedan llevar a los grandes objetivos dando pasos chiquitos y hagamos lo principal que es un plan, una estrategia realista a seguir para poder llegar a donde queremos poco a poco, todo lleva un proceso y un tiempo, pero también ese camino es aprendizaje y parte del cambio. No vas a adelgazar de la noche a la mañana, no vas a hacerte rico de repente, no vas a ponerte “fit” por quererlo así, no vas a aprender un idioma en un día, emprender un negocio exitoso de la nada, ni vas a dejar de fumar automáticamente. ¡Seamos realistas! Hay que querer, pero también planear y actuar para que suceda.
Es difícil cambiar hábitos cuando lo que intentamos se sale completamente de nuestro estilo de vida. Seamos objetivos y hagamos un plan aterrizado que con el aumento paulatino, logremos pasos chiquitos cada día y que en conjunto resulten significativos.
Así que sugiero que Intentemos proponernos un proyecto de vida realista, metas claras y congruentes. Nunca es tarde para cambiar hábitos y lograr algo, no importa la edad que tengamos. Con la edad, no se va la alegría, más bien ésta se va cuando con nuestras palabras, nuestros pensamientos, creencias limitantes y acciones, elegimos que se vaya; con los años no se van los sueños y no se van las ganas. Las ganas de actuar y lograr, las ganas de verse y sentirse bien, las ganas de hacer cosas que nos gusten, de ser mejores, de resolver y disfrutar la vida como nos va tocando, las ganas de ser y estar contentos. Cada uno a su manera, cada quien con sus parámetros y cada cual con su realidad, sus tropiezos y su presente.
Es verdad que tenemos que soltar y salvar todo lo que se pueda, vivir plenamente tu proyecto de vida y con congruencia, pero también hay que sostener, sostener los valores, sostener lo que se salva porque lo valioso no llega fácil, ni de la noche a la mañana, lo realmente valioso se trabaja, se busca y se mantiene.
Entonces… Suelta, pero también sostén porque cuando estás lleno de tí mismo, no puedes enterarte o apreciar lo de tu alrededor y aparecen los más grandes enemigos que son el ego y el querer inmediato reconocimiento, el soy yo antes que todos y primero que nadie, el si no me sirve lo desecho, pero no te detienes en construirte, en encontrar un equilibrio, aceptar y tomar lo mejor del entorno para avanzar y crecer.
Deja de criticar los defectos o añorar lo que te falta, mejor valora, toma, sostén lo que tienes y aférrate a lo que te gustaría para trabajar en ello ¿Tienes interés? apuesta por ello y muévete; los objetivos pueden cambiar, los caminos se mueven y la vida sigue; así que dentro de tu plan, también aprende a fluir y adaptarte si eso sucede.
Entonces apela por la claridad y congruencia. Un proyecto de vida bonito se busca y se construye desde la realidad que cada quien tiene, no la que tuvo, no la que visualiza. Esas no son la realidad de hoy. Así que deja de mirar al pasado o en la vida de los demás y pon el foco en la tuya, deja de añorar lo que fue, que eso mismo… ¡Ya fue! y mejor ponte a lo que tienes enfrente.
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