Por Mónica Cué
Quiero empezar haciéndote una pregunta ¿Cuando alguien te pide que te describas… ¿Lo haces desde el amor o desde tus prejuicios negativos?
Podría casi adivinar la respuesta. Y a partir de aquí sigo ¿Por qué cuando nos miramos al espejo lo primero que encontramos son defectos? Que si esta arruga no la tenía ayer, que este grano me salió de la nada, que si me veo cansada y ojerosa, que me veo hinchada, que si el mal peinado, que la lonjita, la mancha, la celulitis, o las estrías que me trauman… En fin, podría mencionar miles de ejemplos tanto en hombres como en mujeres, pero no me dejarán mentir que han sido esa persona alguna vez o lo son todos los días cuando se miran al espejo.
Somos nuestros críticos más duros ¿Por qué cuando peor estamos no hacemos más que hundirnos más? Es verdad que cuando alguien cercano a nosotros necesita ayuda, tiene un bajón de ánimo o cualquier problema, somos los primeros en alentar y decirle cosas como: -Estás fantástica, eres lo máximo, tu puedes, vamos pa’lante, seguro que lo resolverás muy bien, te ves increíble…pero el caso es que si somos nosotros quien necesita esa palmadita en la espalda, somos nosotros mismos quienes empezamos con decirnos -Es que sabía que no podría, eso me pasa por tonta, pero si me veo fatal, ni cómo ayudarme, es que estoy sin remedio, me lo merezco, claro que no soy capaz de lograrlo y es que lo sabía… ¿Así, ni cómo ayudarnos, cierto?
La realidad es que somos nosotros los primeros que nos metemos el pie y con esto quiero entrar en la analogía del maquillaje como máscara y disfraz del amor propio, aquí es que te vuelvo a preguntar ¿Maquillas tu amor propio?
Entiendo que el maquillaje es una fantástica herramienta para vernos y sentirnos bien, pero analizado fríamente, resulta ser una especie de máscara que puede ser un arma de dos filos, nos da seguridad, valentía y nos mantiene con el guapo subido como recordatorio de llevar la cabeza en alto si se utiliza desde el amor propio, o se utiliza como disfraz de las inseguridades que no queremos mostrar ni a nosotras mismas. Creo fielmente que antes de maquillarte, antes de hacerte una cirugía, antes de querer cambiar, tapar o enmascarar nada de nosotros, primero hay que abrazarnos como somos, hay que querernos y partiendo de ahí, si se decide, entonces utilizar esas herramientas para de verdad sentirnos mejor y más; más guapas, más seguras, más espectaculares, pero no utilizarlas para disfrazar sentimientos, inseguridades o miedos; para aparentar, pertenecer o parecerme a…
Personalmente disfruto utilizar maquillaje. El proceso, el resultado, y el tiempo que me dedico. Lo utilizo para abrazarme, reforzarme, para verme y sentirme mejor, para mostrarme y sentirme arreglada por fuera, pero sabiéndome arreglada por dentro.
Así concluyo que hasta para maquillarse, hay que echarse un clavado a uno mismo y hacer introspección, subir de manera orgánica la autoestima, el autoconcepto y partiendo del amor propio poder crear y diseñar nuestra imágen para mostrar la mejor versión que podamos con aceptación y seguridad, pero no para ocultarnos detrás de él. La percepción llega por el exterior y lo evidente a simple vista tanto para nosotros como para los demás, pero en el fondo, la imagen personal se genera en el interior, se transmite y se entiende desde ahí.
Con maquillaje, también se evade lo que en el fondo no queremos resolver, se enmascaran los miedos que no se pretenden afrontar, se disfrazan las inseguridades que no se sabe como resolver y se va por la vida sin rumbo con tal de no frenar, no entender o afrontar la realidad; con tal de no encontrarnos con los dolores más profundos para empezar a desanudarnos, sanar y transitar más ligeros.
Sugiero empezar por cambiar lo que te dices al espejo y cómo te lo dices. Analiza si las palabras que utilizas contigo, las utilizarías con los demás ¿Le dirías a alguien -¡Claro! Te lo mereces por burro, por feo, por inútil, por ignorante ¿Le dirías que se ve mal y que es lamentable? ¡Por supuesto que no! No queremos lastimar a nadie, no queremos que se sienta peor de lo que ya se siente cuando se trata de alentar y animar, de remarcar lo positivo y de manera empática entender, acomodar y acompañar. Entonces…¿Por qué nos lo decimos al espejo?
Y esto que sucede con el maquillaje, pasa también con el vestir de cierta forma, con utilizar un estilo u otro; habrá días que te sientes con el ánimo de ponerte un vestido con tacón y otros apelas a la comodidad y simpleza de unos tenis. Esto depende de muchos factores, pero el disfraz sucede al involucrar la frivolidad como bandera y usar ciertas marcas a modo de escudo. Marcas “de lujo” que desde mi perspectiva, son disfraces para aparentar riqueza a simple vista y enmascarar la pobreza interior ¿Esa marca realmente te define?, ¿dónde tienes puestos tus valores?, ¿a quién quieres apantallar si para tí mismo no eres suficiente y necesitas disfrazarte? Ese materialismo absurdo, también es una forma de maquillar la “carencia” ¿Pretendes que las marcas con las que te adornas, te transmitan su valor? ¡Cuánta frivolidad!, ¡cuánto vacío!
Y aquí entra la pregunta: Según tú… ¿Es elegancia, lujo o mofe? La elegancia no se logra necesariamente con dinero. Entonces ¿Compras algo para demostrar lo que no eres?, ¿llevas en alto y más grande el nombre de una marca que el propio?, ¿mides tu riqueza con el valor de lo que portas o con lo que aportas?
Se juega con el deseo de las personas por pertenecer, por aparentar y sentirse más o mejores. Y aquí es donde la psicología del consumo trepa a lo social. Será que… ¿Porque tengo, valgo?, ¿yo valgo lo que tengo? No comprendo muy bien dónde se define esa línea.
Claro que a todos nos gusta tener cositas “buenas”, pero valor del dinero y el paradigma de la posición social ligada a una marca ha invadido nuestra realidad desproporcionadamente y esto no es más que un espejismo, la mente es muy compleja y la cosa se pone peor aún si va ligada a una escala de valores descompuesta…
Desde mi perspectiva; el verdadero tesoro se encuentra en voltear a vernos y hacer algo para sanarnos a nosotros como sociedad, apelemos a la autenticidad y congruencia sin falsas apariencias. Trabajar en nosotros mismos, promover el amor propio, la individualidad, y la autenticidad no es egoísmo, es congruencia, es madurez, es mostrarnos como somos, ofrecer una mejor versión de nosotros desde el interior y por lo tanto hacia el exterior, pero sin adornos ni pretensiones por el afán de pertenecer.
Entonces, aquí viene de nuevo… Tu imágen ¿Es disfraz y máscara?, ¿te maquillas para mostrarte mejor de lo que ya sabes que eres o lo que maquillas es tu amor propio, tu autoestima, tus carencias e inseguridades?, ¿es un espejismo lo que hay detrás de la imágen que pretendes mostrar?
Lo que reflejamos en el otro, habla sin necesidad de palabras, entonces si que es importante que cuidemos nuestra imagen, busquemos autenticidad y no piratería pretendiendo ocultar lo que traemos por dentro y mostrando baratijas que pretenden tener valor. No importa qué tan buena sea la versión, de todas formas la baratija se percibe. Mejor eleva tu valor por dentro.
Apelemos a la coherencia y seamos congruentes por dentro y por fuera. Si vamos a maquillarnos y vestirnos de cierta forma, que sea un reflejo auténtico de lo que traemos por dentro, que sea una versión mejorada, una versión que nos de seguridad y que no simplemente oculte la inseguridad que de todas formas se nota. Trabajemos en que nos guste nuestro propio reflejo, pero de adentro hacia afuera.
Nuestro modo de actuar, de comunicarnos o interactuar con los demás, también genera un reflejo, así que ¡Cuidado!, porque no solo es lo que vemos o mostramos, es cómo nos movemos, cómo nos conducimos, lo que hacemos y decimos también.
Y siento que independientemente de la carga que cada uno traiga y que desde lo individual tiene que resolver, la sociedad tiene mucho que ver con la autoexigencia y los parámetros “correctos” establecidos, el guardar las apariencias, los estándares, el tiempo o las expectativas esperadas. Por favor, dejemos de lado todo eso, dejemos de maquillar el amor propio y ¡Dejemos de exigirnos tanto! Ninguna somos perfectas ni lo queremos ser, el fin último no está en tener el mejor cuerpo o la mejor casa, el mejor trabajo, la mejor pareja o los mejores hijos en el tiempo esperado. Trabaja en tí, marca tu propia línea, frena y date el permiso, porque… El fin último es tenerte en esencia como la mejor persona que puedas ser y reflejarlo.
Registro de Propiedad Intelectual ©Mónica Cué
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