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Foto del escritorMónica Cué

NORMALICEMOS LA SALUD MENTAL


Hablar de atender la salud mental, sigue siendo un tema lleno de recovecos, de controversias, tabúes, conductas aprendidas que se han perpetuado e ideas heredadas equívocas que simplemente nos hacen retroceder. Sobre esas ideas heredadas es de lo que quiero hablar.


Empecemos por entender que preocuparnos, ocuparnos de nuestra salud mental, no necesariamente es sinónimo de tener un trastorno mental que atender; aunque en muchas ocasiones así sea, no debería ser algo determinante para entonces darnos a la tarea de preocuparnos por nuestro bienestar, por estar alertas, vigentes, presentes en nuestra propia vida, por mantener nuestro cerebro funcionando adecuadamente y hacer lo que se tenga que hacer para prolongar el que así sea.


Tener una salud mental bien trabajada y atendida, una mentalidad sana y en equilibrio, nos pone en una perspectiva de vida muy diferente sin estar dando tropezones, funcionar a jalones o conforme se nos vaya presentando la vida en el día a día. No se trata de torear los problemas cuando los tenemos encima, se trata de abordarlos y apelar a la prevención. ¡Eso! La prevención es la mejor medicina.


Conforme nos hacemos mayores y nos enfrentamos a la realidad del paso de los años, es cuando nos entran los cuestionamientos sobre el ¿cómo vamos a envejecer?, a todos y me atrevería a decir que sin excepción, nos da miedo, ¿qué digo miedo? Nos da pavor perder nuestras capacidades cognitivas a la edad que sea.


Entendemos que con la edad, la memoria naturalmente disminuye, pero eso no nos marca una línea determinante para todos de igual manera.


Las mujeres, estadísticamente tenemos mayor propensión a tener demencia; aquí intervienen los factores hormonales como pieza diferencial y esto no sucede de un día para otro, los primeros signos de demencia pueden aparecer desde los veinte años de edad así que, ojo, no es exclusivo de las personas mayores. Por eso, apelo a la prevención, hago un llamado hacia la conciencia sobre la salud mental en todas las edades.


El riesgo de padecer demencia, de tener desprotegido el cerebro sí aumenta de manera considerable con la edad, a partir de la menopausia y los cambios hormonales. En otras palabras, la menopausia nos pone en desventaja ante el deterioro cognitivo. La baja de estrógenos que ocurre drásticamente en la menopausia, nos pone vulnerables frente al deterioro cognitivo y por lo tanto con riesgo a la demencia; cuando bajan los estrógenos, se pierde también un importante elemento neuroprotector y aunado a los miles de síntomas que la menopausia conlleva, el envejecimiento cerebral es realmente de preocupar. Pero no solamente la causa es la menopausia y el desbalance hormonal, no solo hay que ponerle atención cuando llegamos a cierta edad y esa es la tirada. Normalizar la salud mental desde temprana edad para poder prevenir, prevenir, y prevenir para por lo menos intentar no padecer.


Y la preocupación por la salud mental, no se reduce únicamente a la demencia; hay muchísimas aristas alrededor de la salud mental, muchos síntomas, condiciones y padecimientos diversos que tienen distintos detonadores y circunstancias.


Aunque hoy aparentemente vivimos en una sociedad más consciente sobre la salud y el bienestar en general, al cuidado del cerebro y a la salud mental, todavía lo rodean muchos tabúes y no se le da la importancia que realmente debería, se deja a un lado y se le pone poca atención desde lo individual.


Ponemos atención cuando algo específico nos duele y acudimos al especialista; pero eso no sucede con el cerebro, ponemos atención en ejercitar el cuerpo y sí, eso esto ayuda a la actividad cerebral, pero podemos estar fuertes y sanos físicamente pero tener un deterioro cognitivo avanzado y de nada nos sirvió enfocarnos únicamente en el cuerpo. De la misma manera, hidratamos el cuerpo con más agua de manera consciente, hacemos elecciones más inteligentes de alimentación, pero el cerebro no se hidrata ni se alimenta con agua, hay que elegir en la alimentación también fuentes ricas en ácidos grasos que el cuerpo no produce naturalmente; así mismo, puede ayudar considerablemente incluir la vitamina D, minerales y llevar una dieta antiinflamatoria. El estrés oxidativo que la inflamación produce, no se refleja únicamente en el intestino, se produce a nivel celular generalizado, y por lo tanto, sucede también en el cerebro.


Un factor determinante por lo que la estadística de problemas cognitivos va en aumento drásticamente es también el exceso de estrés al que estamos sometidos en el día a día. Tratar de gestionar el estrés, nos frena, nos trae claridad, y por lo tanto, ayudará también a intentar poner en equilibrio las emociones. Otro factor determinante para la salud mental es el sueño de calidad, dormir las horas adecuadas, tener un sueño reparador y despertarse descansado física y mentalmente marcan una gran diferencia. Todo esto, nos orilla a hacer más conciencia sobre nuestra salud mental y tomar acción.


Tener una actitud ante la vida más positiva, perdonar y transitar sin remordimientos ni resentimientos, pensar dos veces lo que realmente nos quita la alegría y si en verdad vale la pena enojarse o engancharse con esto o aquello. Seamos agradecidos y entendamos nuestra realidad; muchas veces, lo que nos sucede no merece la importancia que le damos con nuestras reacciones y lo único que conseguimos es dañar nuestro cerebro. Así mismo, hagamos conciencia de que la mayoría de las cosas que hoy nos preocupan, no han pasado y probablemente nunca pasarán. Cambiando un poco la perspectiva y la actitud ante las situaciones que se nos presentan, en automático, cambiamos también la plasticidad de nuestro cerebro y le ayudamos a producir más neuronas en lugar de aniquilarlas. Esta, es una manera de elegir salvar, prevenir y prolongar la vida saludable de nuestra mente y así, convertirnos por elección consciente en el escultor, el restaurador y el seguro de nuestro cerebro a corto y largo plazo.


Las estadísticas que afectan a la salud mental son alarmantes en todas las edades. Tenemos jóvenes y niños con depresión y ansiedad, con trastornos conductuales que además, muchas veces están sin atender, se les trata como adolescentes o niños problemáticos, conflictivos o revoltosos, cuando en realidad tienen una condición de fondo que necesita atención. Tenemos también adultos desbordados de estrés y deprimidos, normalizando o justificando sentimientos, reacciones y actitudes con cierta situación, el trabajo, el estrés o el ritmo de vida que llevan; de la misma manera, tenemos adultos mayores abandonados y en depresión, que con o sin demencia tienen un cuerpo físico deteriorado aunado a un trastorno químico/ emocional que no es menor. Y es que la salud mental no discrimina edades pero en todas hay que tomar las medidas correspondientes y atenderlo; seamos más observadores y hagámonos cargo. La depresión y la ansiedad son reales y conllevan a un laberinto de emociones y reacciones que hay que atender, que hay que observar antes de caer en un remolino que nos lleve hacia acciones que nos puedan poner en riesgo evidente.


Existe hasta hoy, la idea errónea y absurda de que quien acude a un especialista de la salud mental es porque está loco, porque tiene una enfermedad mental o forzosamente un trastorno. Entre la generación de nuestros papás y tristemente todavía en la actualidad permeando a generaciones posteriores, se sigue perpetuando este tipo de pensamiento entre cierto grupo; esto, genera etiquetas peyorativas hacia esas personas y demerita la importancia de atenderlo. Hoy, entendemos que la salud mental no es únicamente poner atención o pedir ayuda porque necesariamente se tenga algo en específico, sino que se puede acudir al especialista a pedir apoyo emocional, guía para encontrar ese equilibrio mental que nos trae paz y claridad de pensamiento para disfrutar más de la vida.


Entendamos que la ansiedad y la depresión no necesariamente se ven a simple vista, que estar ansioso no es un nerviosismo notorio desbordado todo el tiempo, que estar deprimido no es sinónimo de estar triste. Todo esto va mucho más allá, conlleva muchos síntomas y repercusiones que tienen que ser tratados por un especialista. Esto, además de hacerlo por la salud de quien lo padece, también va por la de quien lo vive de igual forma en acompañamiento. Si de lo que se trata es de encontrar armonía en la convivencia, no de padecerlo o soportarlo como un hecho sin remedio. Si eres quien lo vive desde fuera con un ser querido, intentemos impulsarlos hacia la conciencia de que pueden estar mejor, de que existe salida y un tratamiento; sirvamos de acompañamiento y apoyo sin quedarnos simplemente como jueces, víctimas o mirando desde la trinchera. Ahora, para poder encontrar esa salida y pedir ayuda, el primer paso es la conciencia, reconocer que se necesita ayuda y entonces pedirla o aceptarla; pero aunado a eso e independientemente del acompañamiento, se tiene que estar dispuesto a tomar decisiones radicales y hacer cambios reales para que las cosas sucedan de diferente manera en su vida.


Entonces, repito, ¡normalicemos la salud mental! Todo sería más fácil, sería simple pedir apoyo, sería sencillo acudir al especialista, sería cotidiano reconocerlo como si se tratara de cualquier otro dolor. Es mucho más frecuente de lo que se cree y considero una persona inteligente a quien lo atiende, le extiendo todo mi respeto a quien se preocupa por su cerebro y estabilidad, admiro a quien lucha cada día por estar mejor en todos los sentidos. Contrario a lo que muchos piensan, pedir apoyo lejos de ser una debilidad, es de valientes; es de personas maduras que ven por su bienestar y buscan la armonía en su entorno. Es luchar por y para ellos mismos, pero también por la estabilidad familiar y de su entorno.


Por supuesto que normalizar la salud mental, prevenir deterioro cognitivo y estar bien a la edad que tengamos representa indudablemente mucho trabajo personal y es fuerte echarse un clavado a desenterrar sombras que no son fáciles de aclarar, enfrentarse a sí mismo requiere esfuerzo y autocuidado que se verá reflejado hoy, pero también en el paso de los años, en nuestra manera de ver la vida, en nuestro estado de ánimo, en nuestra manera de pensar y convivir; en la autopercepción, en la relación con mi entorno y en nuestro placer por disfrutar la vida al máximo lo que sea que nos dure.


Y por último, estoy convencida que normalizar la salud mental; no puede verse claro si no se normaliza también la empatía entre nosotros, si no se abre y se aborda como un tema cotidiano que a muchos afecta, que a muchos incapacita, que a muchos preocupa. Hagamos un esfuerzo por dejar a un lado los juicios y las etiquetas, por hacer a un lado los prejuicios heredados y poder entonces abrirlo, hacerlo evidente para encontrar esa empatía como sociedad ante quien pone empeño en cuidase de la manera que considere adecuada.


Todos, absolutamente todos, deberíamos preocuparnos por nuestra salud mental; así que tomemos las riendas de nuestra propia vida como adultos responsables para estar bien con nosotros y por lo tanto hacia el exterior, prevengamos deterioro, cambiemos el discurso y seamos empáticos con quienes lo hacen de igual manera. Hagamos una red de apoyo y empatía a favor de la mente sana.


©Mónica Cué



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