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Foto del escritorMónica Cué

REFLEXIONES DE MUDANZA

©Mónica Cué

Hacer un mudanza siempre es un motivo de estrés, empacar nos enfrenta a los recuerdos más recónditos, encontrar y desempolvar tesoros, genera alegría y nostalgia.


Nuestra casa, nuestro hogar es nuestro puerto seguro, nuestro lugar para llegar y regresar siempre, pero también es el espacio donde guardamos sentimientos, pensamientos y recuerdos entrañables.


Paredes que cuentan innumerables historias familiares, que nos han visto crecer, reír, pelear, tener platicas profundas ydisfrutar momentos entrañables. Por eso, una mudanza nos lleva al extremo de los sentimientos encontrados; nos arraiga y nos hace soltar, nos detiene pero nos impulsa, nos llena de nostalgia pero también de alegría, nos aferra a sueños que se quedan encerrados pero nos lleva hacia ellos y nos llenan de ilusión.


Al final, entiendo que una casa con todo lo que representa, es simplemente eso, una casa. Lo que le aporta valor es que ésta se llena de energía, de la esencia de las personas que la habitamos, se llena de historias compartidas, del aroma y el amor de quienes la compartimos. Eso es lo que la convierte en un hogar y por fortuna, eso es lo que se muda con nosotros.


Mudarse también es parte de aprender a soltar. En este proceso, se hace limpieza de todas las cosas, se escombra, se hace una selección de lo indispensable, lo prescindible, lo que tiene valor sentimental y queremos atesorar y de igual forma se saca la basura. Empezar con la selección, de principio puede parecer un caos y un desorden más grande que con el que iniciamos; pero al final, de aquí partimos para hacer una segunda selección y quedarnos con lo que nos vamos a llevar.


Depurar es sanar, el orden de las cosas que tenemos en nuestro espacio es el primer paso para seguir la limpieza, depuración y evolución ahora con nuestros pensamientos, nuestros sentimientos, nuestras amistades y las actividades a las que les vamos a dedicar nuestro tiempo y energía.


En el proceso de movernos, nos transportamos con todos los sentidos, apreciamos a la vista las cosas que tenemos tangiblemente, el silencio de las cajas vacías, pero el ruido que genera el movimiento extremo de empacar y sacar todo con éxito, requiere toda nuestra energía; pero también los olores nos transportan a situaciones y momentos que traen recuerdos reales que se disfrutan.


Entiendo la mudanza como una actividad familiar en equipo donde cada uno participa y aporta a su modo, cada miembro la vive de diferente manera, pero dentro del estrés y la locura, se disfruta el denominador común que es la ilusión por el nuevo proyecto.


¿Qué sigue? Llegar a una nueva casa con todas las ganas, la expectativa y la emoción por arreglarla, decorarla, darle ese toque personal al ambiente y las paredes que se convertirán en nuestro nuevo hogar, no me deja más que agradecer y entiendo este proyecto como una nueva oportunidad para valorar y crecer.


Entrar a la nueva casa me emociona y cuando la observo, pienso que la puerta me dice: Abre tu mente, siéntete acogida, pero no te cierres y sal a trabajar por tus sueños. Y hablando de sueños, el techo me dice que él es el límite entre ellos y el infinito de posibilidades para llegar a ellos. No importa la edad que tengamos, tener sueños y nuevos proyectos que nos ilusionan, nos inyecta de energía.


La ventana me muestra lo espectacular que puede ser mirar hacia afuera, apreciar la naturaleza y valorar el poder estar de ese lado, en ese lugar privilegiado. Las escaleras me recuerdan que se puede llegar, pero paso a pasito, muchas veces con descanso, pero todo lleva un proceso que requiere tiempo y esfuerzo antes de llegar a su destino.


Las paredes me dicen que son capaces de guardar secretos, pero también de ser partícipes de las más grandes celebraciones. Ellas, están dispuestas a mantener la unión, distancia, privacidad e independencia; pero a la vez contenernos en un espacio seguro y propicio para vivir bonito, para tener una convivencia feliz y en armonía. Un espacio para poder ser y estar, que se irá llenando poco a poco de nuevas historias compartidas.


El espejo me refleja y me invita a elevar mi valor desde dentro y no sólo de apariencia. El reflejo de nosotros mismos es claro y no puede ocultarse, todo genera un mensaje y transmite una reacción. Lo que critico en los demás es generalmente lo que envidio en ellos o lo que me molesta de mi. Muchas veces vemos en otras personas lo que queremos para nosotros mismos y aunque unas veces surge como admiración, respeto y alegría compartida, otras como envidia y crítica. Así que regresando a la metáfora de la casa… no, el pasto en el jardín del vecino no siempre es más verde; todo depende de mi, de mi reflejo y percepción, para entonces tener pensamientos y una interpretación de eso que veo pero que me influencie en positivo.


Los cuadros y las obras de arte, me llevan a pensar que son eso, decoraciones que aportan estilo y estética, que pueden tener un alto costo monetario; pero no puedo pretender que por ser lujos, estos me vayan a transmitir su valor. Es decir, que lo superficial y material puede tener valor pero no nos aporta valor a nosotros.


El reloj me recuerda la importancia del tiempo, y me hace cuestionar ¿lo estoy aprovechando o dejando ir? Hacer cambios sencillos o tan radicales como mudarse, adoptar hábitos, enriquecer nuestra mente y realizar ciertas actividades, nos acercan a tener el control del tiempo y al final nos deja la satisfacción de haberlo aprovechado a nuestro favor. El reloj también me recuerda que hay que actuar, ponerse al día, aprovechar las oportunidades que se nos presentan y vivir en presente.


El timbre me sacude y me deja pensando que igual que él, soy yo quien decide a quien dejo entrar a mi vida y así crear una red de personas de valor empezando por mí. El timbre me permite dar acceso sólo a personas que me sumen, que compartan ese valor y lo eleven; personas con las que me da gusto estar, con las que me siento querida, apoyada, con las que puedo ser yo de forma transparente y auténtica; personas con quienes tengo reciprocidad, poder de retroalimentación y con las que da gusto compartir. Así que no me siento mal por negar la entrada a quienes me jalan hacia atrás, a esas personas que no se alegran por mí al ser ellos mismos los primeros estancados. ¡Nosotros tenemos el control de acceso!


Y por último pero no por ello menos importante, el piso; el piso también habla; me cimbra para no perderme, me marca el camino, pero me aferra a mis raíces y me deja el espacio perfecto para arrodillarme y agradecer por todo lo que tengo, pero sobre todo, por quienes tengo a mi lado para poder disfrutar de esta nueva aventura.


©Mónica Cué



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1 komentarz

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REGINA RIVERA
REGINA RIVERA
15 lis 2022

MUCHAS AÑORANZAS Y RECUERDOS.

PERO LO QUE IMPORTA ES TENER ESE DESPRENDIMIENTO PARA UNA VIDA MAS ORDENADA

Polub
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