Tenemos tres formas de pensar que nos marcan la pauta de nuestro ser de hoy. La primera es la conducta o pensamientos heredados, la segunda los aprendidos y la tercera los elegidos. Cuando llega la madurez, tenemos esa capacidad de análisis y observación hacia ello y ahí es cuando podemos moldear, cuestionar, enfocarnos, crecer y evolucionar.
Cuestiono y elijo mis pensamientos, mis acciones, mis batallas y emociones para vivir en congruencia y no enamorado de la luna en ceguera absoluta aferrado a un pensamiento que no me representa.
El compromiso de mis pensamientos, mis ideas, mis creencias y mis acciones no debería ir con la tradición sino con la educación, la congruencia y la evolución en todos esos aspectos. Simplemente liberarse de las creencias limitantes, de los patrones de pensamientos heredados que se perpetúan sin ser cuestionados. Evolucionar hacia el análisis de ello nos conduce hacia una apertura de pensamiento, respeto y empatía.
Todos tenemos la libertad de reprogramarnos y hacer las conexiones que necesitemos empezando por nuestro pensamiento.
Ser fiel a sí mismo implica hacer una pausa, auto observar nuestro comportamiento, nuestras ideas y también nuestras “metas” para redirigir el rumbo y reprogramar las áreas en las que creemos que podemos estar mejor y crecer; y digo “metas” entre comillas porque sin redirigimos el rumbo y las ideas, probablemente ese no será el destino final. Reprogramarse también involucra a lo que pensamos que “siempre” quisimos, probablemente en el camino hacia esa meta, nos encontramos con otro intereses, con otro camino que nos llama más la atención, con otra perspectiva y también con puertas que se abres que quizá no conocía pero me llaman a entrar; se vale, se vale cambiar de opinión, redirigir el rumbo y aunque teníamos según nosotros muy clara la meta, es muy válido cambiar de opinión y dirigirte hacia nuevos horizontes.
Existe la creencia equivocada de que lo que aprendimos, lo que nos enseñaron, lo que nos dijeron por generaciones, lo que alguna vez dije, es lo que es y no se puede cambiar... y sí hay valores y principios que deben conservarse como parte de nuestra esencia y nuestra raíz, pero... ¿qué pasa con el individualismo, con la evolución de pensamiento? En realidad; nada me pertenece, nada es radical y todo lo puedo moldear.
Mírate con respeto, date permiso y cuestionate. Si una idea no te funciona, la actividad que haces no te gusta, tu meta cambia, tu mentalidad se moldea o madura, si la forma de comportarte no te representa, cambialo. Si las creencias que tienes tatuadas no te hacen crecer y evolucionar en una mejor persona, más empática, más contenta, más auténtica... no te aferres y empieza a desaprender y a reprogramarte.
Es importante no perpetuar pensamientos, ideas o conductas con las que no necesariamente comulgamos. Sí que los valores y los principios deberían conservarse intactos, pero hay ideas y prejuicios heredados que deben evolucionar.
Todo esto es muy relativo y personal, pero poniendo de frente que hay principios básicos de educación que no deben pasarse por alto y que sí deben reinar para llevar una sana convivencia con nosotros mismos y con el entorno. La educación no es una cuestión de tendencia y debe permanecer intacta. Lo que está bien, está bien aunque nadie lo haga y lo mismo con lo que no es correcto, eso será siempre así aunque todo mundo lo haga. Lo que hay que tener claro por muy modernos y evolucionados que pretendamos ser, es que la educación y el respeto no pasan de moda, esos no están en tendencia ni son cuestionables.
Pero; esa idea equívoca de que las lecciones no se puede reaprender no nos lleva a ningún lado, tenemos que tener esa capacidad de cuestionarnos, de adaptarnos a nuevas ideologías, a nuevas formas y actuar en nuestro beneficio para crecer, siempre para crecer y ser mejores personas tanto en lo individual como formando parte de una comunidad más empática, armónica y respetuosa.
Nos vemos envueltos en una sociedad que nos arrastra, que hace y deshace, que viste, habla, se relaciona y actúa en automático con la información que vemos y tenemos, con lo que se nos ha inculcado por generaciones o por lo socialmente aceptado; pero erróneamente, muchas veces actuamos y pensamos así sin pensarlo dos veces o sin cuestionar. Esto es la consecuencia de encontrarnos rodeados de tendencias que se marcan como estándares de moda hasta en los pensamientos. Yo lo que propongo es detenernos un momento y cuestionar estas tendencias, esos prejuicios en los que caemos. Tendencias que provocan incomodidad o indiferencia para algunos, superficialidad para otros o poder y estatus para los demás.
Esto limita la calidad de mis pensamientos y la capacidad crítica individual para hacer lo que no todos hacen o pertenecer a donde se pretende pertenecer. Si todos hiciéramos un ejercicio de autoevaluación, y trabajo personal desde la objetividad y sanación, mirando lo propio y no lo ajeno con apertura de criterio, valorando lo que sí tenemos y no queriendo imitar la vida de nadie; entonces viviríamos en una sociedad más sensible, más empática, más pura y transparente, más sana, con herramientas propias y menos prejuicios.
Así que, ofrezcamos lo mejor de nosotros mismos; empecemos por ahí, dejemos a un lado el materialismo, la superficialidad y el pensamiento automatizado trabajando en nosotros, para nosotros y también para ofrecer más y mejor a los demás.
Hemos aprendido que por años; el materialismo, no nos ha llevado a buen puerto. No puedes pretender que los lujos que te adornan por fuera, contagien su valor hacia tu interior.
Desde mi perspectiva; el verdadero tesoro se encuentra en voltear a vernos y hacer algo para sanarnos a nosotros. Trabajar en nosotros mismos, promover el amor propio, la individualidad y la transparencia no es egoísmo, es congruencia, es madurez, es ofrecer una mejor versión de nosotros al interior y por lo tanto hacia el exterior.
La mayoría de las personas piden sinceridad, pero no están dispuestos a escuchar la verdad; eso es falta de congruencia y falta también de autoconocimiento y autocrítica. Tener capacidad de pensamiento crítico propio, cuestionar hasta lo aprendido de cuna respetando los valores primarios, crear conclusiones propias y nutrir nuestro cerebro, nos lleva a una evolución de pensamiento con razonamiento y argumentos inteligentes, así que defendamos nuestra propia postura, reprogramemos nuestro ser y nuestro cerebro hacia la empatía como comunidad y hacia la individualidad como ser humano. Si vamos a perpetuar conductas aprendidas que sea por que realmente las creemos, por que ya las evaluamos y realmente estamos convencidos de ello, pero no porque fue lo que me dijeron y es el camino más fácil hacia ese ser en automático.
Reprogramemos nuestro pensamiento, reprogramemos nuestros sentimientos, nuestras acciones y seamos congruentes. Dirigirse hacia esa evolución de pensamiento, nos orilla a vivir en consecuencia desde la conciencia, nos invita a realmente estar satisfechos en nuestra propia piel, con nuestro ser y estar. Conseguir entonces estar en paz con nosotros mismos y por lo tanto con nuestro entorno.
Finalmente, de eso se trata, de ser mejores personas para ofrecer más también a mi entorno, aportar juicios de valor hasta en mi mismo para poder mejorar mis áreas de aprovechamiento y crecer como ser humano, se trata de ser empáticos con el entorno y tener libertad de acción sin afectar a nadie, se trata de ser una persona que suma, que tiene pensamiento propio, que respeta, que ama y lo valora desde el convencimiento genuino lo que es y cómo es.
En realidad, lo que quiero decir es que se vale corregir el rumbo, se vale pensar diferente y cuestionar lo aprendido desde la conciencia, la congruencia y el respeto, sin afectar a los demás.
Tener a la congruencia como eje en la vida, es primordial y un valor que inspira. La congruencia entre tus valores, pensamiento y tus acciones; es trascendental y conduce a la transparencia, a la rectitud, a comportarse y transitar sin máscaras ni enredos.
Así que… ¡A reprogramarse, cuestionarse y reaprender para vivir en congruencia!
©Mónica Cué
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