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Foto del escritorMónica Cué

SE CONFUNDE SER BUENA GENTE CON TONTO.

Por Mónica Cué

Poner límites, marcar pautas y hacer acuerdos… Exponer tu postura y colocarte en tu lugar hace que las relaciones sean más llevaderas; y digo relaciones con la pareja, pero también con la familia y amistades.


Te darás cuenta que hay personas a las que les diste tu tiempo, pero sólo querían saber la hora. Entonces ¿A quienes eliges, a quienes sueltas, a quienes colocas en otro lugar del que los tienes…? Las personas cambian, las conexiones se mueven, pero eres tú quien tiene que detectarlo, eres tú quien tiene que marcar la línea, eres tú quien decide con quién y cómo.


No marcar límites, decir siempre que sí o ceder ante todo, lo único que produce es hartazgo, incomodidad y molestia. El miedo a enfrentarse cobra factura más adelante, te pone en desventaja y vienen comentarios como: -¿Y ahora, porqué tan enojada? Es que tú nunca has sido así, ¿Qué te pasa que ahora estás tan intolerante? Y es que es insostenible. Tarde o temprano, llega el cansancio, afloran las heridas y explota la necesidad de frenar y pintar una línea que seguramente no será bien recibida si no se hizo a tiempo.


No se trata de confrontar todo el tiempo o buscar pelear, son simplemente límites que se debieron poner desde un principio, han sido situaciones que nosotros mismos hemos permitido o evadido las que nos han puesto ahí.


La pasividad hace daño, el “olvídalo, no busques más problemas”; es desde mi perspectiva un error, porque echar algo bajo la alfombra, evitar o evadir la situación, no va a hacer que esta desaparezca, que se vaya a llevar los problemas; no los va a hacer menores o que no vayan a tener consecuencias que posteriormente explotan, que dejan marca y probablemente se vuelven irreparables. Si se hubieran expuesto desde el principio, nos hubiera puesto en otro lugar. Si en su momento se enfrenta y se aborda como viene, se dirige con inteligencia, buena actitud y disposición, se podrá resolver cuando todavía se puede. Así, al igual que hay frases y conductas que inconscientemente repetimos, hay situaciones, formas y hechos que se aprenden, se imitan y se deberían cuestionar para hacerlo mejor.


Entonces, el no confrontar, el no poner los límites necesarios y el no saber decir que no, es la frontera entre ser buena gente y rallar en tonto por pensar que así se resuelven las cosas. Nada más lejos de ello. No es ser tonto, es ser evasivo; tenemos que tener claro que toda relación necesita límites y acuerdos para fluir desde un mejor lugar, sin malos entendidos, sin etiquetas y sin que se caiga en el papel de verdugo y víctima.


Demostrar amor no tiene por qué ser sinónimo de debilidad o fragilidad; no son palabras dulces ni aguantarlo todo por intentar no herir susceptibilidades; el amor es firme, claro y también tiene límites definidos. El amor es exponerse, sentirse vulnerable, pero no por ello es dejar abierto el acceso de par en par sin filtro de seguridad. El amor, es una elección concreta que con acuerdos y límites, no deja espacio para pasar por encima de nadie, más bien fluye en anticipación al no tener que esperar que sucedan los conflictos para abordarlos y que entonces sí, se convierta en confrontación, pleito y malos entendidos.


Sabemos que los acuerdos no siempre van a ser pacíficos, hay acuerdos que requieren más trabajo para llegar a un punto medio, y otros en los que simplemente no hay acuerdo; ahí es donde anticipadamente entra el ¿Es negociable?, ¿quiero seguir aún sabiendo que no hay un acuerdo en ese aspecto? En cualquier relación sabemos que no va a haber un equilibrio en todo y que habrá que ceder muchas veces, pero una cosa es ceder ante lo expuesto y aceptado conscientemente y otra muy distinta es que se asuma que como tú eres la parte “débil” tienes la obligación de aguantarlo todo. Eso es justo de lo que no se trata ¡No te equivoques, no va por ahí!


La confrontación no tiene por qué ser necesariamente pleito. Poner límites y hacer acuerdos debería de ser firme y directo, pero en amor y con serenidad mientras no se tiene encima el conflicto. No es una rebelión, no es un pleito, es simplemente llegar a un punto de encuentro para mantener la armonía.


Ahora, los límites, la confrontación y el cuestionamiento debería empezar por nosotros mismos ¿Qué estoy postergando?, ¿dónde y con quién me faltan límites?, ¿qué es eso que me causa angustia y con quienes detecto que no puedo ser yo en mi versión auténtica? No me dejarán mentir cuando digo que hay ambientes y personas con las que de antemano sabemos que portamos una máscara, con quienes no somos ni estamos tranquilos, quienes no sacan lo mejor de nosotros mismos y frente a quienes hay que guardar cierta postura ya sea por costumbre, por escudo o porque esa relación te mantiene jugando un papel que te resulta incómodo. Ahí, justo ahí cuando lo detectamos, que hay que marcar una línea y cuestionarse si seguir o dejar ir, no importa quién sea. Entran o salen, pero que no se quede nadie en medio de la puerta.


Suelta la bandera de - ”A mi no me gustan los problemas”, “No voy a discutir”, “Mejor no digas nada”, “déjalo pasar, no vale la pena”... ¿Qué crees? Evidentemente a nadie le gustan los problemas, pero evadir, no enfrentar y no poner límites a tiempo, es la fórmula perfecta para encontrar los problemas que según tú no quieres tener y además se magnifiquen, los conflictos crecen si se postergan, si se dan por resueltos sin hablarlos o si se echan bajo la alfombra pretendiendo que no existen. La única forma de modificar o llegar a nuevos acuerdos es hablándolos y enfrentándolos. Discutir no es necesariamente entrar en guerra; es intentar fluir en paz exponiendo las diferentes perspectivas ¡No le huyas!


Ahora, por poner límites y confrontar, no dejas de ser buena gente. Ser buena gente no es evadir, ceder y dar la razón ante todo; ahí es que la línea es muy delgada y se empieza a confundir con la tontería; cuando se define en dónde está el límite, es que el “tonto” deja de serlo, encuentra que tiene voz y retoma su lugar de buena gente sin necesidad de dejarse de todos.


Además, aprender a poner límites, no solamente te ayudará a vivir más en paz, te enriquecerá como persona y te descubrirás una persona fortalecida, con más carácter, valiente y resiliente. Estoy segura que disfrutarás más, TE disfrutarás más ¡Inténtalo!


Registro de Propiedad Intelectual ©Mónica Cué



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