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Foto del escritorMónica Cué

SOMOS MENDIGOS SOCIALES.

Por Mónica Cué

Digo que somos mendigos sociales porque muchas veces no hacemos caso al instinto, pretendemos ir, pero realmente no queremos estar; nos dejamos influenciar, pero sin ganas fluir; queremos pertenecer, pero sin intención de adaptarnos y es que nos traicionamos y caemos en planes, en convivir personas y aceptar acudir a reuniones tan absurdas que desde el principio no tienen ni pies ni cabeza.


Es verdad que en ocasiones reencontrarse con personas produce alegría, nostalgia y nos remonta a momentos del pasado donde hubo convivencia y probablemente algún motivo en común, pero entendamos que esa alegría no tiene que suceder siempre, que el reencuentro no siempre se hace para unir corazones y recuerdos, que el interés no siempre es a dos vías y te acabas enterando “de nuevo” la razón por la cual esas personas con las que te pretendes reencontrar están fuera de tu vida.


No es necesario forzarlo, el ambiente se siente extraño, la conversación se torna superficial y es que seamos claros… No es interés, es morbo; no es cariño, es protagonismo; no es querer verse, es estar listos para portar una máscara; no es intención de retomar, es convertirse en mendigos sociales. Está viciado el término reencuentro, porque con calzador es hablar de nada, abrir los ojos para sacar conclusiones y estar dispuestos a ponerse en el radar de los demás para ser juzgado, analizado, criticado o simplemente mencionado sin contexto ¿Con qué finalidad?, ¿simplemente por estar, por hacerse presentes, o por distracción?


Es que hay reuniones tan absurdas, tan raras y sin sentido, que hasta coraje da prestarse a ellas ¡No hay necesidad! A estas alturas no quiero sumar personas, quiero personas que sumen. 


Estamos en una edad en la que no pretendo estar donde se me roba la energía, no pretendo pertenecer en donde claramente no me interesa, y tampoco me quiero adaptar con quienes no tengo intención ni estoy cómoda, (ni te interesa mi vida, ni en realidad a mí la tuya). No importa si compartimos mucho o poco, no cuenta lo vivido en el pasado o lo que en común pudimos tener; habrá que entender que la vida se mueve, las personas cambian, los intereses se acomodan y las prioridades también, pero sobre todo hoy valoro mi tiempo y mi compañía que es lo más valioso que tengo y no me interesa perderlo con falsedades.


Caemos fácilmente en la hipocresía por convertirnos en mendigos sociales, compramos sonrisas falsas disfrazadas de amabilidad, asumimos que es por la ilusión de verse y compartir un rato, pero cedemos ante la falsedad vestida de “amistad”. Dejemos de intentar leer mentes e interpretar vidas, dejemos de pretender entender o mostrar interés donde no lo tenemos. No hay necesidad de empatizar siempre, no es necesario retomar lo vivido si es evidente que por algo no hubo continuidad; atesora momentos, sonríe ante la anécdota, guarda el recuerdo, pero no pretendas revivir lo que ya fue. Hay etapas, hay tiempos de permanencia, hay sonrisas y también hay fin ¡Aprendamos a detectarlo!


Enfoquemos nuestra energía y compartamos nuestra compañía con quienes nos importan, con quienes han permanecido y se fomentan con gusto y por cariño, con quienes tengas que quedarte en la superficialidad con máscara; quédate con quienes no tengas que callar con tal de no compartir; cuidar cada palabra para que no sea mal interpretada. Pongámonos en un mejor sitio, y en lugar de recoger migajas, reforcemos lo valioso que ya tenemos. 


Enserio… Pasemos aduana de “amistades” amistades falsas, superficiales, hipócritas, con quienes probablemente pudimos compartir una etapa feliz de la vida, pero apelemos a la madurez de que fue una etapa y en eso quedó, en el recuerdo de lo vivido y compartido, no tenemos que conservar un grupo de amistades correspondiente a cada etapa vivida. No caigamos en romanticismos absurdos de nostalgia por el reencuentro cuando está lejos de haber interés, lo que hay es morbo; no hay complicidad, hay desconexión, juicio e indiferencia. 


Entendamos que igual que hay hermandad con amistades que trascienden y se disfrutan, hay personas simplemente conocidas y hay amistades efímeras con quienes no es necesario forzar la convivencia. Y no es amargura, es genuinamente aceptar que los caminos se separan, que la calidad importa y no es necesario ser mendigo social por sumar cantidad cuando lo que hay que fomentar, buscar y ofrecer es calidad.


Ahora, en esta ocasión hablamos de los reencuentros llenos de superficialidad sin sentido, pero no puedo dejar de mencionar que dichos reencuentros, claro que se pueden dar las ocasiones alegres, hay amistades que se tienen lejos, pero el cariño permanece intacto, amistades que en su momento se han vuelto familia, con quienes se compartió la vida y a quienes da mucha alegría volver a ver, recordar y compartir de nuevo, pero también hay que decir que esas amistades aunque a distancia, de cierta forma han permanecido en el radar (lo que enfría una amistad, no es la distancia, es la falta de interés). A esos, con quienes se compartieron muchos años de convivencia diaria, con quienes se tiene poco contacto, pero te alegras de saber de su vida aunque poco frecuentes los dejamos de lado en esta historia, porque son nuestra excepción en este caso igual que las amistades bonitas que retomamos después de un tiempo mientras sus vidas se acomodaron. Hay excepciones, sin duda hay excepciones maravillosas que sorprenden y regresan para quedarse, pero… 


¡Salgamos de la fachada! Tenemos que ser selectivos con nuestro círculo, no podemos retomar a quienes se convirtieron en reminiscencias de tiempos pasados sin seguimiento (por una razón no les dimos seguimiento) Dejemos de mendigar y pretender pertenecer a donde claramente no queremos, tenemos que evolucionar, dejemos de estancarnos en la nebulosa pretérita, tomemos lo mejor de lo vivido y el impulso de lo presente para poder seguir con serenidad y contentos, con un círculo contenido, con quienes te encuentres con cariño, a quienes veas con gusto y te sientas cómodo en su presencia, con quienes no tengas que pensar lo que dices por miedo al juicio. Fomentemos a quienes nos cobijen y a quienes también nosotros estemos dispuestos a ofrecer lo mismo ¿Son pocos? ¡No importa! Apostemos por la calidad de las personas que elegimos. 


Que lindo tener bonitos recuerdos de lo vivido, lo compartido y lo aprendido, pero las amistades cambian, evolucionan y se mueven a lo largo de la vida; todos avanzamos, todos buscamos estar contentos y sólo vamos a lograr estarlo cuando aprendamos que no podemos pertenecer ni permanecer en todas partes, no podemos caerle bien a todo mundo y no tenemos necesariamente que reconectar con quien alguna vez conectamos, ni podemos retomar nada ni a nadie en el punto en el que se quedó, simplemente porque ya no estamos en ese lugar.


Que se queden las memorias, que se sonría con los recuerdos, que perdure la alegría por lo vivido y que avancemos sin lastre ¡Hay que ser congruentes con uno mismo!


Me comprometo a no traicionar mi instinto, me valoro sin arrogancia porque por lo menos para mí, es un honor estar conmigo, así que elijo con quién comparto mi tiempo y valoro a quien me ofrece el suyo. "No me interesa sumar personas, busco sumar como persona y rodearme de personas que sumen".


 Registro de Propiedad Intelectual ©Mónica Cué


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