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TE INVITO A MI FUNERAL

  • Foto del escritor: Mónica Cué
    Mónica Cué
  • 12 dic 2023
  • 4 Min. de lectura

Por Mónica Cué


Empiezo con un título que probablemente algunos leerán por morbo y otros por genuina curiosidad de lo que quiero decir.


Respondan sinceramente… ¿No les dan ganas de saber quiénes estarán presentes cuando mueran? Estarán de acuerdo conmigo que cuando una persona muere, a su funeral acuden todos aquellos a quienes marcó durante su recorrido en vida. 


Entonces, en tu funeral estarán presentes aquellas personas que te quisieron, quienes estuvieron cerca por cualquier motivo, con quienes compartiste momentos, personas comunes, ambiente, etapas de tu vida y sobre todo a quienes inspiraste, acompañaste o en quienes dejaste una huella de una u otra forma. Se quedarán tus cosas materiales, pero perdurarán pensamientos, palabras y sentimientos atrapados, se guardarán recuerdos, añoranzas, historias, emociones y también quedarán muchas preguntas sin respuestas.


Por absurdo que suene la muerte se vive, las ausencias se sienten. Cuando una persona muere, surgen comentarios, brotan sentimientos y afloran pensamientos positivos, cualidades y momentos felices compartidos con quien ya no está. De cierta forma, la muerte nos nubla un poco la objetividad, porque la realidad es que ninguno somos TAN buenos como lo pintan al final de nuestros días y entiendo que de cierta forma si estás en el funeral es porque tienes un buen recuerdo de la persona que se fue o una conexión cercana con sus familiares a los que aprecias y acompañas en su pérdida, si fuera de otra forma no acudirías a su funeral. Y justo a eso quiero llegar…


Decir te invito a mi funeral significa que quiero ser esa buena persona que merezca ser recordada con amor y por las cosas lindas que hice sentir a los demás. Quiero que se me recuerde como una persona de buen corazón, que inspiró y aportó valor, consciente, dispuesta, congruente, auténtica y que no se hace bolas; clara, objetiva y también un poco rara que reparte en vida invitaciones a su propio funeral. De  ninguna manera siento que lo invoco, ni lo estoy esperando, simplemente siento curiosidad y tanta curiosidad que me hace mucho más consciente de las decisiones que tomo, las palabras que digo, las cosas que hago y me hace más presente ante la realidad que hoy tengo, estoy agradecida por el privilegio de seguir aquí, orgullosa de lo hecho por mi vida y con la idea presente de que la muerte será inevitable algún día (espero que muy lejano). 


Realmente la vida me parece una gozada y agradezco seguir aquí, disfruto y abrazo a la persona que soy, como soy y con quien estoy, valoro mi tiempo de permanencia y pretendo hacer que mis días cuenten. He tenido la suerte de nacer de unos padres amorosos, de haber crecido en un ambiente sano y fantástico, de conocer el dolor que se convirtió en maestro, pero también de vivir el significado de la verdadera amistad, de formar una familia maravillosa para seguir escribiendo historias, de encontrar un amor bonito y profundo con quien compartir gran parte el recorrido. Y así, haciendo recuento, reconociendo el abanico de emociones, atesorando experiencias y agradeciendo oportunidades, hasta hoy puedo decir que he vivido genuinamente feliz ¡No me quiero ir!


Repartir invitaciones invisibles a nuestro funeral representa sembrar cariño hoy para que en la ausencia se sienta, involucra construir relaciones bonitas y en vida hacer sentir bien a la gente que tienes cerca para que ese sentimiento se perpetúe aún cuando no estés. 


A esa celebración de lo que fue tu vida, a ese último adiós, acudirán quienes hoy te aprecian, quienes alguna vez hiciste sentir bien, con quienes lograste una conexión de cualquier forma, con quienes compartiste momentos lindos, a quienes hoy quieres, apoyas, procuras y sientes parte de tu vida. A todos esos que quieres que estén ahí, búscalos, procúralos, enséñales que son importantes para tí y que valoras su presencia en tu vida.


Deberíamos de empezar por convertirnos en la persona que quisiéramos recuerden los que dejamos atrás, insisto, todos quisiéramos que quienes se quedan, nos guarden en su corazón para siempre, que cuando se refieran a nosotros aunque no estemos presentes, lo hagan desde el corazón y aunque inevitablemente la ausencia dolerá a muchos cercanos por no poder vernos, escucharnos y sentirnos, espero que sobre ello, reine la tranquilidad de los sentimientos que marcan el corazón para siempre, que se sienta el bálsamo de el abrazo que se dió y no el dolor y vacío del que no se ofreció. 


Por eso, propongo empezar desde hoy a repartir las invitaciones a nuestro propio funeral con todo lo que eso represente. Y te pregunto: ¿A quién quisieras encontrar ahí?, ¿quiénes te ofrecerán flores o espinas? No dejes deudas emocionales. Trabaja en ello y con aquellos que quisieras encontrar ese día, procura que el legado que dejes sea un recuerdo bonito, de amor y en acompañamiento genuino. 


Que a tus seres queridos, tu recuerdo los haga respirar profundo y les pinte en la cara una paradójica sonrisa “dolorosamente ausente, pero intensamente presente”.


Si te he querido para mi vida, te quiero para la eternidad ¡Te invito a mi funeral! 


Registro de Propiedad Intelectual ©Mónica Cué


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D.R. © Mónica Cué

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